Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


Sin entusiasmo

24/02/2023

La Autonomía de Castilla y León cumple este sábado 40 años. Los discursos, obligados para la ocasión, se han limitado al rifirrafe habitual entre políticos. Cuatro décadas no han sido suficientes para ahormar una comunidad, para crear un proyecto colectivo de intereses, no digamos ya un lazo de entusiasmos y afectos. El presidente Mañueco ha defendido el Estatuto con el calificativo instrumental de «útil» ante el reproche del leonesista Mariano Santos, para quien «no hay nada que celebrar».
Visto desde el ala oeste de la comunidad, este fracaso resulta palmario, elocuente. El discurso segregacionista de León ha ganado fuerza de forma progresiva y basta escuchar a la gente para comprobar su pujanza entre los jóvenes, más que entre los mayores. Uno de cada tres leoneses no había nacido cuando se aprobó el Estatuto de Autonomía, porcentaje que alcanza a la mitad de la población si sumamos a quienes entonces tenían menos de cuatro o cinco años. Y sin embargo es esta franja de edad la más crítica. No es, por tanto, el discurso historicista de glorias pasadas lo que alimenta el descontento. El leonesismo no es consecuencia de un sentimiento ancestral, sino fruto de una frustración, de una provocación inicial y de la insatisfacción más reciente. En esta tierra con sentirse españoles bastaba. Las circunstancias históricas de la transición impulsaron una nueva configuración administrativa del Estado en las que no es necesario incidir. El gobierno de UCD alentó durante meses la uniprovincialidad y así lo expresaron ayuntamientos, la Diputación leonesa y diversas organizaciones. El cambio de criterio acabaría provocando una reacción inesperada. El temor a los crecientes nacionalismos periféricos impulsó a UCD a contrarrestar esa pujanza separatista con un territorio interior más amplio y cohesionado, conservador y nacional. Martín Villa dio la orden a los suyos en Astorga, prometió que las Cortes se instalarían en León a efectos compensatorios, que Tordesillas albergaría el gobierno, y sin el menor sonrojo (no todos) los concejales dijeron digo donde habían dicho Diego. Tamaño desplante, que Martín Villa razonó como cuestión de Estado, fue el germen del segregacionismo persistente. 40 años y la herida sigue abierta.