Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


La cobardía del anonimato

08/04/2019

Dos años de acoso casi diario, de tensión silente, de no saber qué hacer con todos esos mensajes que recibe en su móvil, cual bombardeo de amenazas y coacciones. Dos años con esa inseguridad que da la niñez en esa época en la que se creen que empiezan a saberlo todo de todo; mucho más incluso que sus padres si hablamos de internet, ni que decir tiene. En los 80 éramos mayores cuando bajábamos solos a la calle (con bocata y ¡sin móvil!), pero esto son otros tiempos. Ahora se hacen mayores cuando tienen Instagram y cuenta en Youtube.
Son niños y aunque la batalla se libre con otro menor, no es lo mismo diez que catorce años; o doce que dieciséis. Todavía les faltan muchas herramientas vitales, resortes con los que saber responder a ese bombardeo, a la extorsión de ese ‘mayor’ que se oculta en el anonimato de las redes sociales para obtener del ‘pequeño’ lo que no quiere dar; antes las cosas eran cara a cara, hasta los bofetones. Pero es tarde, se hizo muy tarde en el mismo momento en que ella se dejó convencer para enviar unas fotografías desnuda. Está entre la espada y la pared. Y ya solo queda el comodín de los padres y, claro, el de la Policía.
El siempre efectivo Grupo de Investigación Tecnológica de la Brigada de Policía Judicial de Valladolid ha dado estos días una nueva lección de que no todo vale en internet, pese a la seguridad que parece reportar a todos esos cobardes que se alían con el anonimato de las redes para cometer sus tropelías, para incurrir en graves delitos sin saberlo.
El último en caer ha sido un chaval de 16 años que llevaba desde los 14 acosando a una niña que ‘conoció’ -solo por internet- cuando ella tenía solo 10 añitos; cuando lo que ella no debía tener era Instagram, ni Skype, ni nada que le abriese las puertas de un mundo para el que no están preparados a esas edades. En el pecado lleva la penitencia, porque la lección que se ha llevado no la olvidará.
El refranero es sabio y mayor penitencia todavía llevará el pecado del acosador de la Operación Thor, convertido en delincuente a los 16 años, viéndose detenido por la Policía y, a buen seguro, acosado por las miradas llenas de ira y decepción de sus padres. Él, cobarde y anónimo durante dos años, tendrá que dar la cara en el juicio, encajar la condena que le toque y pedir perdón a la chica a la que robó un trocito de niñez.