Julio Valdeón

A QUEMARROPA

Julio Valdeón

Periodista


Centralismo o traición

17/12/2021

UPL ha criticado la hipótesis de que se centralicen las inversiones. Creo que habla por algo relacionado con los autobuses eléctricos. Una fábrica. Algo así. Entiende que no hay forma de luchar contra la despoblación si luego las administraciones locales no parten y reparten el juego. Otros criterios, como la optimización de los recursos, no cuentan o parecen irrelevantes. Pero lo cierto es que la España vacía lo está por razones que trascienden ampliamente la supuesta injusticia a la hora de redistribuir recursos e inversiones. De hecho pocos lugares han recibido más dinero de Europa en los últimos decenios que el campo español. Ni las inversiones millonarias ni los libros Blanco nuclear ni las mejores intenciones de los legisladores pueden coagular un proceso que supera ampliamente los límites de la política. El centro se despuebla al mismo ritmo que ganan habitantes y recursos las zonas costeras. Esto es así en España pero también, un suponer, en EE.UU, que vive una sangría de inteligencia, juventud y parné desde los Estados rurales de la América profunda y los espacios industriales de los grandes lagos, rumbo a las dos costas. Luego resta el engorro asunto de que la tendencia global pasa por incrementar la potencia de las megaurbes, sean Shangai, París o Londres, en detrimento de una periferia inevitablemente jibarizada. Detrás no opera la mano que mece la cuna para joder el mundo o en su defecto el Perú. Tampoco una reunión de viejos malévolos reunidos en un club ultrasecreto en Suiza.

Ni tan siquiera el mítico heteropatriarcado, sino algo tan convencional e impecable como los cambios en las mareas culturales y la alteración de un tejido social y humano que las instituciones no pueden más que rozar por más activas y bienintencionada bienintencionada que sean sus políticas. No es el centralismo. No es la mala suerte. No es el odio a León, igual que tampoco lo es a Valladolid cuando Madrid acapara novias y novios, dinero y alfombras rojas. Se trata, básicamente, de la historia en marcha, que va a su aire.