Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


Una legión de alérgicos

02/02/2020

Cuando yo era pequeño, ser alérgico era síntoma de debilidad. Ésa era la imagen que transmitían los poquísimos niños que tenían alergias con los que nos topábamos en nuestra infancia ochentera. Eran chicos que estornudaban en primavera y que sufrían en los parques, con la narices enrojecidas y los ojos llorosos. Eran la excepción, claro está. Ni hablar de alérgicos alimentarios, chavales que no pudiesen comer tal o cual pan o a los que un huevo frito o un vaso de leche les pudiese matar; era más fácil toparte con ET quitándote la bici para dar una vuelta por el barrio.
La evolución de las alergias es exponencial durante los últimos años. Según la doctora Armentia, jefa de Alergología del Hospital Río Hortega, la explicación se encuentra en que lo que comemos hoy puede parecerse a lo que llevamos años comiendo pero, en realidad, solo tiene igual el aspecto y, en el mejor de los casos, un sabor similar. Ahora hay tomates o fresas todo el año, además de infinidad de productos procesados y así nos va, creando una legión de alérgicos.
Y uno no se toma en serio las alergias hasta que ve de cerca las graves consecuencias. Los amigos de mi hijo, por ejemplo, se convirtieron en auténticos guardianes de su salud el día en que le vieron en medio de una incipiente anafilaxia. Saben que los cacahuetes son un veneno para él y ellos son los primeros en recordárselo al profesor de turno.
En Valladolid hay casi 15.000 alumnos con alergias. Más de cinco mil de tipo ambiental y más de cuatro mil, alimentaria. La Consejería de Educación ha elaborado este curso un primer censo de alumnos alérgicos y ha publicado una guía para ofrecer a los centros educativos, los profesores y las familias (con alérgicos o no) una serie de pautas para lograr una convivencia segura para todos esos chavales que ya han dejado de ser la excepción; ahora son uno de cada seis.
El empeño de Ablaa (la Asociación Basada en la Lucha de los Alérgicos Alimentarios) ha tenido mucho que ver en la elaboración de una guía que, sin ser la panacea, es un primer paso. Establece, por ejemplo, cómo se deben desarrollar los almuerzos para que los niños alérgicos no corran riesgos innecesarios, tal como pasaba hasta ahora. Pero tras este paso deben seguir otros cuantos para elevarla de categoría, que la guía deje de contener una amalgama de consejos y ser un reglamento.