Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


98 días

20/06/2020

Confinamiento. Coronavirus. Cuarentena social. Covid. Aplauso sanitario. Higiene de manos. Mascarillas. ‘Desescalada’. PCR. Anticuerpos IgG. Fases. Anticuerpos IgM. La ‘nueva normalidad’... Durante estas últimas 14 semanas, el vocabulario de la sociedad se ha ampliado para (al mismo tiempo) acabar reduciéndose hasta la obsesión por culpa de una pandemia que se fue acercando con el marchamo de ser una «simple gripe» y que se ha terminado llevando por delante miles de vidas y la salud de muchas más personas de las que cualquiera podía imaginar cuando aquello del SARSCoV2 nos parecía más un jeroglífico que un virus capaz de cambiar las vidas de millones de personas, paralizando países, castigando la economía, encerrando a todos en casa, llevando a los hospitales y a nuestros sanitarios mucho más allá del límite y convirtiendo las residencias de ancianos en la zona cero del problema.
España ha necesitado la friolera de 98 días en estado de alarma para poder rehacerse de una pandemia que ha retratado a todas las administraciones, del pasado y del presente; nacionales, autonómicas y locales. Todas. Sin exclusión. Sin excusas.
El sistema no estaba preparado para algo de este calibre y lo peor es que ni siquiera se estuvo ágil cuando se empezaron a activar las primeras alarmas internacionales, a medida que salía de China; ni cuando el ‘bicho’ hacía los primeros estragos en la vecina Italia y aquello parecía que no iba a llegar jamás a España.
Pero llegó. Más de 27.000 muertos y cerca de 245.000 contagiados (confirmados) dan fe de que el coronavirus llegó y arrasó todo lo que se encontró por delante.
Se acaban 98 días de estado de alarma que cambiaron nuestras vidas para siempre. Y ya nada volverá a ser como antes. Pocas cosas hay más extrañas que tener que saludarnos con el codo en lugar de con un abrazo o el deber de convivir con una mascarilla que nos quita el aire y nos empaña las gafas (odiosa sensación). Ahora toca acostumbrarnos a esa ‘nueva normalidad’, tratar de recuperar algún pedazo de nuestras vidas de antes, ser felices aunque sea a metro y medio, volver a salir de cañas, irnos a la playa, que nuestros niños se olviden de las horas de reclusión, que esto se recuerde como un mal sueño y que en otoño no regrese convertido en pesadilla.