Imelda Rodríguez

Punto cardinal

Imelda Rodríguez

Especialista en Educación, Comunicación Política y Liderazgo


El agua estancada

04/02/2023

Algo pasa cuando los que tienen responsabilidades públicas no saben cambiar de opinión. Ni rectificar. Ni proponer ideas sólidas. Ni mostrar el mínimo ápice de humildad. Y eso que pasa no anticipa nada bueno. Igual que ocurre con el agua estancada. Esa agua que se queda retenida y no es más que un criadero de bacterias. Hay que recurrir a varias técnicas para eliminarla, como utilizar una bomba para drenar su exceso, pero no siempre funciona cuando la calidad de la tierra es mala. Por eso hay que abonar los terrenos a menudo. Y la política no está exenta de esta técnica de eficacia. Esto conlleva la necesidad de una nueva generación de líderes (nos sirven algunos de los actuales, si modifican algunas posturas). Hablo de nuevas figuras capaces de demostrar que saben hacer las cosas bien. Líderes con una ambición de éxito social más que partidista o personal. Y solo podemos encontrar esta autenticidad si como sociedad despierta somos capaces de exigirla. No nos quedemos aletargados ante lo inadmisible. Este circo de dimes y diretes, de ataques indiscriminados, de egos desmesurados, se está desbordando por todos los lados. Hay dinámicas que deben parar a tiempo para que tengan remedio. Y eso lo podemos hacer, especialmente, cuando votamos. A los buenos políticos se les elige desde las urnas y se les pone a un lado desde el mismo lugar. Hay muchos ejemplos diarios que certifican cómo está de estacando el agua en el ámbito político. Lo que ocurre con el gobierno de Castilla y León no anda muy desencaminado. Después de que el vicepresidente de Vox lanzara su brindis al sol con una medida antiabortista de más calado ideológico que práctico (que permitió al gobierno central desplegar su contraataque propagandístico), el presidente Mañueco tuvo que frenar el tema. Pero no lo hizo en seco y eso hubiera favorecido su credibilidad. Es honesto admitir las equivocaciones y solucionarlas más allá de los gestos anecdóticos. Ahora da la impresión de que se intenta tapar aquello con el lanzamiento del 'bono de nacimiento', una ayuda a las familias para la compra de productos básicos. Esperemos que no se encharque. Porque sus socios de coalición la venden como un logro suyo para potenciar la natalidad. Más titulares con fuegos artificiales que, en unas cuantas ocasiones, se les van quedando grandes. ¿Se resuelven solo así, a golpe de medidas vistosas, los importantes problemas estructurales de una comunidad cada vez más vacía? Si no existe coherencia y consistencia en la práctica de las políticas públicas es difícil conseguir resultados sostenibles, en el momento oportuno. Y saber llegar a tiempo es una cualidad de los gestores potentes. También demostrar, más que alardear. 
Necesitamos claridad, certezas y tranquilidad. Y políticos capaces de reconocer que tienen dudas. De hecho, enseñar a dudar es una de las mayores riquezas educativas que pueden existir. Las personas que dudan demuestran mayores niveles de inteligencia práctica, generan altos niveles de confianza en los demás y tienen más probabilidades de atinar en su toma de decisiones. Y es que los políticos tienen el deber de acertar. Dejemos de asumir que ésta es la clase política que nos ha tocado. Y que ya no hay nada que hacer. Si se instala este pensamiento en la ciudadanía no podremos exigir una renovación y una reforma de todas las actitudes políticas que están generando este hastío en los ciudadanos. En mi labor de investigadora y asesora, he detectado una vocación de servicio impresionante en las segundas y terceras filas de los partidos, más que en las primeras. Mujeres y hombres con propuestas y aptitudes extraordinarias para cambiar las cosas a mejor. Los líderes de los partidos deben ser hábiles para llevarlos al primer nivel, porque el talento no puede quedarse embarrado -y más cuando escasea-. Los grandes líderes se rodean siempre de los mejores. Y los mejores saben cooperar de verdad, integrar, transformar, pelear por los sueños sin vocear y utilizar un lenguaje optimista para ilusionar. ¿Por qué tenemos que acostumbrarnos al enfado permanente, al insulto o a la soberbia? Hay muchos políticos, directivos y profesionales valientes, entregados a resolver los problemas en silencio desde la elegancia de la sencillez. Los líderes auténticos huyen del triunfalismo, son afables y profundos. Huyamos de aquellos que aprovechan todas las ocasiones para perjudicar a los demás. Atentos a los ídolos con pies de barro, porque hay una gran fragilidad en su capacidad de acción detrás de esa verborrea grandilocuente, incendiaria y facilona. La política, como la vida, debe tener su corriente. Lo anunciaba así el político Alphonse de Lamartine cuando escribía que «el agua que no corre se corrompe». Y algo sabía de esto.