Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


Los culpables somos todos

07/11/2020

El cierre de la hostelería, el gran comercio y los centros deportivos y gimnasios es la penúltima bala en la recámara de la Junta de Castilla y León para frenar el apabullante avance de la pandemia del coronavirus que está dejando estos días ratios de incidencia en Valladolid que casi multiplican por cinco la tasa máxima establecida por el Ministerio de Sanidad y que son cincuenta veces más elevadas que las consideradas ahora como asumibles. 
Los sectores damnificados claman por su ‘inocencia’ porque quizá no se ha explicado bien la medida. El cierre no es un castigo ni se les considera culpables de nada, si no que con la clausura de estos locales se busca limitar mucho más las opciones de ocio; si dejamos a la gente sin planes igual al fin se queda en casa y se frena la pandemia... Algo así.

En realidad los culpables de esta situación somos todos. En mayor o menor medida, pero todos. Sí, porque todos, en algún momento, hemos incumplido las recomendaciones o las normas covid. Y es fácil echar la culpa ahora a las autoridades que, sí, podrían haber puesto más rastreadores para detectar los brotes y a más policías para vigilar las cuarentenas de los contagiados, pero nada de eso hubiera sido necesario si todos cumpliéramos con lo de la mascarilla, la distancia, la restricción de las reuniones que llevan diciendo desde agosto...
Lo próximo será el confinamiento. Hay que tenerlo claro. No será como el de marzo, sino uno con los colegios, la industria, los servicios esenciales y algún que otro negocio abiertos, pero será un confinamiento. Domiciliario, tal como se ha definido por las autoridades, es decir, uno de cada uno en su casa, y quizás de los de una horita de paseo o deporte diaria. Pero confinamiento al fin y al cabo.
Lo triste es que puede que aún estemos a tiempo de evitarlo solo con aplicar lo que la consejera de Sanidad definió hace unos días como un «confinamiento inteligente», que no es más que hacer más o menos lo que marca el confinamiento domiciliario, pero sin que nos obliguen. De casa al trabajo, del trabajo a casa (los que no teletrabajen), deporte al aire libre, paseos... pero nada de encuentros bajo techo, nada de juntarnos sin mascarilla con no convivientes, nada de hacer fiestas, ni cenas, ni comidas... Vivir en modo confinamiento, pero sin esa batería de restricciones de obligado cumplimiento. Asumir la situación. Madurar.