Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


El bienestar animal

13/02/2023

A lo largo de la historia se han utilizado distintos elementos de comparación para valorar el nivel cultural y moral de las sociedades. Se decía, por ejemplo, que el exponente para medir la calidad de la convivencia era el trato que, con carácter general, recibían las mujeres por parte de los hombres, o los niños por parte de la gente madura, o los mayores por parte de los jóvenes. Y es cierto que las pautas de la conducta colectiva, el tipo y el estilo de la relación entre esos grupos sociales, dice mucho del estado de una sociedad en cada etapa histórica.
Hasta ahí, la lógica de ese análisis era evidente: se trataba de evaluar el comportamiento de unos seres humanos respecto de otros, siempre y cuando unos y otros integraran categorías razonablemente homogéneas (hombres, mujeres, niños, adultos, mayores, jóvenes); y así podían deducirse los niveles de respeto por razón del género, de la edad, del componente generacional, etc., porque todo ello influía también en los niveles de tolerancia, de cooperación y de solidaridad.
Hoy, sin que hayan perdido valor esos parámetros, hay que reconocer que se ha añadido otro hasta no hace mucho tiempo impensable, como lo es el de la forma de relación entre las personas y los animales que viven en su entorno. El trato a los animales, en efecto, dice mucho sobre el grado de desarrollo de una sociedad. Hace pocos años, si nos hubieran preguntado sobre la necesidad de una ley que regulara el bienestar de los animales, es muy probable que se nos escapara un gesto de extrañeza, o quizá una reacción cercana a la displicencia. Y ahora mismo está en trance de aprobación final una ley con ese objetivo. De ella se discute el ámbito de aplicación, qué animales deben ser objeto de protección y cuáles deben quedar exceptuados o tener un tratamiento diferente, si las sanciones por maltratar a un animal son proporcionadas en comparación con otras, etc.; pero no se discuten ya los principios básicos, que son los que derivan de aceptar que los animales, especialmente los vertebrados y los mamíferos, poseen sentimientos, y gozan y sufren, según sea el trato que reciben. Luego vienen los matices finos: por ejemplo, si los perros de caza tienen el carácter de mascota de convivencia, o no. Y creo yo que el hecho de que eso sea objeto de apasionada discusión es la mejor muestra del punto al que ha llegado la sensibilidad en este tema. No hace mucho, ni los perros de caza ni las mascotas hubieran merecido mayor atención.