Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


Un asesino sigue suelto

17/09/2019

Será camarero, albañil, informático o quizá esté en el paro. Seguirá haciendo su vida como si nada. Aparentemente, claro. Porque supongo que alguna noche se despertará con la boca seca y sudores fríos porque José Luis se le revuelve y le quita el maldito cuchillo. O porque las testigos le revientan una silla en la cabeza. O porque la Policía llama a su puerta y le dice aquello de ‘queda usted detenido por la muerte de José Luis Boal, cometida el 17 de septiembre de 2009 en el bar Inici@al, en la avenida de Segovia de la ciudad de Valladolid’. Y se despertará de la enésima pesadilla.
Y se levantará de la cama y le dará vueltas. Quizá se arrepienta de lo que hizo, de aquel arranque de rabia, de furia incontenida, que desembocó en ese brutal crimen que, todavía hoy, una década después, continúa plagado de incógnitas. Son diez años del asesinato de Boal en su bar de Las Delicias y la Policía no ha logrado más que ir descartando líneas de investigación, hipótesis que al final siempre se diluyen, y hasta a un par de sospechosos. Ahora están tras una nueva pista y dicen que puede ser la buena, la que ponga fin a estos años de preguntas sin respuesta, de un caso que busca culpable. Que necesita un culpable.
Y no lo cerrarán hasta que den con él. El asesino no fue un sicario, ni un ladrón, ni un desequilibrado. Los investigadores tienen muy claro que tuvo que ser un «conocido» de José Luis, alguien de su entorno más o menos cercano, con un móvil mucho más pasional que racional. Y no tiene que ser un asunto de amoríos, explican, porque la muerte pasional también surge por una deuda económica o casi por cualquier cuita personal.
Porque si algo tienen claro los policías que han ido llevando este asunto es que nadie mata como mataron a Boal si no subyacía una inquina muy profunda. Tanto como para no cubrirse el rostro, como para actuar casi en la peor hora, como para tomarse más tiempo del necesario para acabar con una persona.
Un asesino sigue suelto. Será panadero, mecánico, taxista o pintor, pero ha sido capaz de seguir con su vida y durante estos diez años enterrar en su memoria que fue él el que dio muerte a José Luis Boal. Lo que igual no se imagina es que la Policía mantiene el caso tan vivo como hace diez años, que el crimen del bar Inici@l se ha convertido en un reto para el Grupo de Homicidios. Y que caerá. Acabará cayendo.