Imelda Rodríguez

Punto cardinal

Imelda Rodríguez

Especialista en Educación, Comunicación Política y Liderazgo


Defender la alegría

30/12/2022

Termina un año político en el que hemos asistido a una película imperfecta. Y digo imperfecta porque las historietas que protagoniza nuestra clase política comienzan a saturar y provocan la urgencia de avanzarla rápido para conocer, por fin, el desenlace (como hacemos con las malas películas). El sentido del deber cumplido parece hoy un accesorio de lujo. Y es, en realidad, la base de la buena política. Hemos visto a muchos políticos afanados por llevar un relato debajo del brazo que van contando aquí y allí con su altavoz portátil. Ahora digo esto, pero luego lo contrario y puedo, incluso, afirmar las dos cosas a la vez. Los grandes líderes, en cualquier ámbito público, político o empresarial, se responsabilizan de sus palabras hasta rematar prometido. Pero, claro, el liderazgo exige una serie de cualidades que no están al alcance de cualquiera. Y, de hecho, las organizaciones suelen fracasar por no saber verlo con claridad. Este liderazgo auténtico se reconoce a través de la pasión, la compasión y la fascinación. Ser líder es generar seguridad, ponerse en la piel de los ciudadanos para resolver sus preocupaciones y fascinar desde un carisma ilusionante que no deja de alumbrar. Un liderazgo hecho de la materia prima de los tiempos: la bondad. Debemos recordar que cuando hay personas buenas al frente, todo funciona mejor. Solo hay que echar un vistazo a la historia de las organizaciones de éxito para corroborarlo. La bondad multiplica el poder de la inteligencia y, por extensión, los resultados. Hablo de líderes de palabras y de palabra. Líderes con conciencia. Los que son capaces de acelerar el progreso a través de la práctica de la alegría. Y este valor, tan unido al entusiasmo, al optimismo y a la esperanza, es el olor que desprenden los caminos que llevan al destino perfecto. La alegría alivia, sana, abre cerrojos, tranquiliza, acaricia, arregla, motiva, ayuda, emociona, promueve, despierta, permanece enamorada del bien común. Y lleva a la gente hasta la culminación de sus ilusiones. Los líderes que fomentan la alegría cumplen sus compromisos sin parafernalias, arreglan los descosidos con precisión y no se afanan únicamente por resolver problemas, sino por evitarlos. Casi nada.

En los últimos días hemos visto varias escenas grotescas de esta película imperfecta. Algunas de ellas sucedieron en las Cortes de Castilla y León, donde el equipo de gobierno (formado por el PP y Vox), cometió el error de votar a favor de las enmiendas del PSOE a la ley de acompañamiento de las cuentas, lo que provocó el bloqueo de la aprobación de sus propios presupuestos. Aquello era un gallinero. Los unos, por no asumir el error con más humildad y, los otros, por celebrar la equivocación como si estuvieran en pleno jolgorio de una tomatada popular. Qué duda cabe que la política tiene otra altura. Ir de bronca en bronca no hace más que alejar a la ciudadanía de la alegría que merecemos. Una alegría que desemboca en la libertad a la que tenemos derecho. Pero para ejercer nuestra libertad necesitamos que las piezas encajen. Y ese es el primer deber de la política: encajar las piezas de la prosperidad. Para eso primero hay que saber qué piezas son, porque si tratamos de encajar un círculo en un cuadrado solo tenderán a romperse o deformarse. Por eso me parece redundante el bombo y platillo con el que se anuncia el nuevo paquete de medidas anticrisis del Gobierno. Más que nada, porque es su principal responsabilidad. Y también lo es acertar, de ahí que deba funcionar la letra pequeña de estas medidas. Por cierto, entre ellas está la eliminación de la bonificación para el diésel y la gasolina que no parece coherente teniendo en cuenta el estilo de vida de la España vaciada. Piensen en esos habitantes de pueblos donde coger el coche es fundamental para resolver su día a día. Las normas eficaces no dejan ningún fleco suelto. Y luego están, en esta película imperfecta, los que actúan como contrapesos y deberían ser motor. Como el PP en este asunto, proclamando la autoría de estas medidas o Yolanda Díaz defendiéndolas a capa y espada, cuando anteriormente había declarado lo contrario. Para avanzar hay que cooperar más y cacarear menos. Porque la gente necesita certezas. Y dar tranquilidad no es solamente anunciar soluciones en forma de grandes titulares. Es demostrar que son las adecuadas, que resolverán los problemas de raíz y que se activarán en el momento exacto. No podemos conformarnos con la penumbra. Por eso, este 2023 es una magnífica oportunidad para reclamar la autenticidad en todos y en todo. Y, como nunca antes habíamos hecho, defender la alegría.