Editorial

La necesidad de devolver la confianza a la vacunación

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Las dudas surgidas entre la ciudadanía sobre la vacuna anglosueca AstraZeneca, por su posible vinculación con la aparición de trombos venosos como constató la Agencia Europea del Medicamento (EMA), ha provocado un efecto dominó de cancelaciones por la inquietud que genera su inoculación, que en la Comunidad de Madrid alcanzó los últimos días de la pasada semana cerca del 60 por ciento. La política de información que se ha lanzado tanto desde Bruselas como desde el propio Gobierno de España, así como desde algunas regiones, con varios cambios de criterio e incluso la paralización de la inmunización, no ha ayudado a generar confianza y desterrar el miedo entre una parte de la población, la de entre 60 y 69 años, que es el segmento que está siendo y será vacunado con el reseñado suero.

Pese a la insistencia desde la UE de que los beneficios de la profilaxis son mucho más altos que los posibles riesgos, hay otra derivada que vuelve a generar incertidumbre y que, según la solución que se está dando desde el Ministerio de Sanidad, va a provocar un nuevo retraso en la campaña nacional de vacunación, y que no es otra que hay más de dos millones de españoles de distintas edades que se han quedado a medias, al recibir solo la primera dosis de AstraZeneca. La situación se ha enturbiado de tal forma que el presidente del Gobierno ya contempla la posibilidad de adquirir a los rusos su vacuna Sputnik, algo que hasta hace poco se descartaba por completo, pero que se ha convertido, junto a la llegada del suero de Janssen, que también está siendo analizado tras registrarse cuatro casos de trombos, en una tabla de salvación.

La mayoría de la población, hastiada tras más de un año de pandemia, ve en las vacunas la esperanza para acabar con una enfermedad que, además de los estragos físicos que causa en los que se contagian, está provocando una fatiga mental que tendrá consecuencias. La ciudadanía demanda certidumbre y ahora es fundamental un giro radical en la pésima política de información, así como una mayor transparencia en la gestión para desterrar ese runrún cada vez más generalizado. Las vacunas siguen siendo el mejor arma para salvar vidas. Los riesgos por morir a causa del coronavirus son mucho más importantes que los secundarios que puede provocar la administración de cualquiera de los sueros que han pasado por estrictos controles antes los distintos organismos médicos internacionales y expertos independientes. La confianza se recupera con campañas de concienciación y con criterios unitarios a nivel europeo que marquen las mismas pautas a la hora de indicar a quién se debe administrar tanto AstraZeneca como el resto de vacunas.