Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


La playa

21/08/2021

Dice Inés que lo que más le gusta de la playa es esa sensación de que el mar y el cielo se unen. Es una ilusión óptica, una fusión que solo se produce en nuestra retina, pero vista a través de los ojos de una niña de diez años suena como algo mágico. Dos azules que se abrazan hasta que el océano se va tiñendo de tonos amarillos, naranjas y ocres, como si el tiempo transcurriese a cámara lenta, al son del trinar de las gaviotas, con el Atlántico meciendo al sol hasta dormirle.
Ese sol que marca la vida en la playa, que madruga, irrumpiendo pronto del interior, y atrapa durante horas  a los invitados, hasta que se despide en medio del espectáculo que es un atardecer gaditano. No hay vídeo ni foto que sea capaz de acercar a nadie a la sensación de presenciar a la vera del mar un momento que no por cotidiano deja de ser único, con el sol acostándose en el mar y difuminando la figura del castillo de Sancti Petri.
A Inés también le encanta jugar en la arena, bañarse una y mil veces, pasear por la orilla y cabalgar las olas hasta que las costuras de la colchoneta terminen por ceder. Su hermano dice que a él lo que más le gusta de la playa, además de bañarse, es jugar al fútbol; bueno, en realidad es un híbrido estival entre tenis y fútbol que se disputa en la arena húmeda, solo en las horas de bajamar de La Barrosa, allí dónde el Atlántico lo mismo te mece que te lanza hasta la orilla sin mucho alarde. Manu no lo dice, pero también le encanta hacer de los chapuzones una aventura y, por ello, convierte en aguadilla cada despiste familiar; aunque en ocasiones sea él quien acabe zambullido, pero es lo que tiene el ímpetu de los trece.
A ninguno de los dos les va mucho lo de pasear, pero aun así suelen apuntarse cuando su padre, desafiante, abandona la sombra y otea a derecha e izquierda para tomar una de las grandes decisiones del día: caminar hacia torre del Puerco o rumbo a torre Bermeja. Ellos no lo aprecian todavía, pero hasta andar sabe distinto en la playa.
Igual que los bocatas de tortilla con el mar de fondo, que eso sí que les encanta a los dos. Hacen piña con su madre para sumar cada año más comidas en la playa, porque «es cuando mejor se está», dicen. Y la siesta tiene que ser en el suelo, pero no importa, porque es en un colchón de arena fina. De esas playas que nos devuelven dorados y con las pilas cargadas para remar hacia otro verano.

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