Dos años exactamente han transcurrido desde aquellas elecciones de noviembre de 2019 con las que se inició la legislatura que ahora se encuentra justo en la mitad. Fueron aquellas unas elecciones un tanto peculiares, pues se trataba de una repetición de las que se habían celebrado en el mes de abril. De éstas, como bien se recordará, no resultó Gobierno porque los acuerdos que hubieran podido sumar mayoría en una investidura no prosperaron. Por un lado, hubiera sido posible un acuerdo del PSOE con Ciudadanos, que era suficiente; por otro, un acuerdo del PSOE con Podemos, que necesitaba algunos apoyos externos. Nada de eso se produjo en aquel primer intento, pasó el plazo legal sin investidura y, repetidas las elecciones, un acuerdo inmediato, ahora sí, del PSOE y Podemos, con esos apoyos externos, abrió el tiempo del Gobierno de coalición que hemos conocido en estos dos años.

Los hechos fueron así, y ahí quedaron aquellos episodios para la historia, con toda la carga de compromisos, promesas, principios, voluntades, que se alegaron, pero no se cumplieron, pues el segundo resultado electoral fue tozudo al respecto. Luego vino lo que vino, una pandemia terrible que trastocó todas las previsiones y cuyos efectos de todo tipo, también en lo político, siguen ahí, con incertidumbre en cuanto a su duración y a su calado en el futuro próximo.

De aquel evento también quedarán algunas circunstancias para la reflexión. Un grupo político emergente, como era Ciudadanos, perdió prácticamente todo su capital entre unas elecciones y otras. Tuvo en su mano acceder a un Gobierno de coalición de otro signo, anclado en el centro izquierda, y desperdició la opción. El otro grupo emergente, Podemos, también experimentó una tendencia a la baja, luego más pronunciada, aunque mantuvo representación suficiente para condicionar la formación de Gobierno. Los dos partidos más clásicos, PSOE y PP, vieron respectivamente mermado su espacio, en desigual cuantía, respecto de lo que fue su hegemonía respectiva en aquellos tiempos del bipartidismo relativo. Hoy, ni Rivera ni Iglesias están en la escena de la política activa. Así que merece reflexión todo lo ocurrido; claro que la merece.