Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Cronicón de una cuestionable jornada parlamentaria

25/11/2022

Creo que el Parlamento de una democracia es el reflejo, bastante fiable, del estado de salud de esa democracia. En los últimos días hemos tenido la oportunidad de seguir de cerca los trabajos en la sede del Legislativo, primero en el Senado, con el rifirrafe -lamentable a mi juicio- entre el presidente del Gobierno y el de líder de la oposición; luego, en la Cámara Baja, donde se registraron tristes encontronazos, faltos de talento y de educación y sobrados de mala uva y primitivismo, culminados con una votación nominal que suponía forzar el reglamento, aunque no incumplirlo, buscando resquicios que no hacen sino mostrar los agujeros en el funcionamiento de las Cámaras legislativas.
Tenemos un poder Judicial instalado en la provisionalidad, en el que muchos magistrados se dejan adscribir a la derecha o a la izquierda en función de las ofertas que reciban para ocupar una u otra plaza suculenta en el organigrama de los tribunales. Tenemos un poder Ejecutivo absolutamente expansivo, siempre dispuesto a extender sus tentáculos sobre instituciones del Estado. Y un Legislativo debilitado, excesivamente dependiente del Ejecutivo y de la voluntad caprichosa de los partidos colaboradores de este. Las Cámaras, que deberían ser el reflejo de un debate sereno, constructivo, estimulado por mejorar el país, no son sino altavoces de los ataques de bilis de unos contra otros, de acuerdos oportunistas en busca de poder y de la inanidad de algunas mentes lastradas por el fanatismo.
Hay una degradación de los tres poderes -del llamado cuarto también, aunque esto sería objeto de otro comentario- que resta reflejos y profundidad a la tarea, que debería ser prioritaria, de modernizar y mejorar el país.
El Parlamento, lo hemos visto con la ley del 'solo sí es sí', no está cumpliendo con su deber de mejorar las leyes que pasan por sus manos. Los grupos parlamentarios se componen de 'culiparlantes' -es una expresión acuñada en más de un siglo, que conste- que se limitan a aplaudir con entusiasmo cualquier cosa que, lúcida o no tanto, salga de la boca del jefe. Y a aprobarla, por supuesto, como vimos este jueves. El verdadero debate es inexistente y el Legislativo solo es noticia cuando una diputada que debería dejar de serlo insulta miserablemente a una ministra que, desde luego, también debería dejar de serlo. Y, por cierto, el uso generoso del insulto de 'fascista' cuando criticas lo que a tu juicio hace mal una persona 'progresista' debería cesar para siempre; el fascismo fue algo excesivamente doloroso como para frivolizarlo y apropiárselo como arma arrojadiza desde bocas ignorantes e inmaduras.
La sesión de este jueves, que sin duda fue una jornada de triunfo para el presidente del Gobierno, que vio cómo salían adelante todas sus propuestas, comenzando por los Presupuestos, a mí me dejó una sensación agridulce: los Presupuestos, que me temo que, como tantas veces, sean incumplibles, son lo de menos. Dependen de los acuerdos, económicos y políticos, con los que pueda convencerse a otros grupos. Un batiburrillo, al final, que hasta afecta a la Guardia Civil, que pasaba por allí y se quedó así, en función de ganarse los votos de Bildu, expulsada de Navarra, que es siempre una de las monedas de cambio para conseguir una mayoría.
Tuvo mala suerte el Gobierno, o impericia, porque al final coincidieron en la misma jornada la votación de los Presupuestos y la tramitación de la reforma del Código Penal en lo referente a la sedición. No hubiese querido el ejecutivo que ambas cosas hubiesen coincidido, para no mostrar hasta qué punto quien manda aquí es Esquerra Republicana de Catalunya; pero, al final, ERC logró que sí coincidiesen. Todo quedaba bastante claro, y ya lo dijo hace semanas Pere Aragonés: si no hay eliminación de la sedición, no habrá Presupuestos. Ahí queda eso.
Alguien tendría que replantearse el papel que está jugando un Parlamento que refleja los abusos de los decretos-leyes, la escasa educación de algunos, la mínima formación y la mucha disciplina fiel, perruna, de no pocos diputados y senadores, que no pierden, por cierto, ocasión de 'hacer novillos' de sus tareas parlamentarias -demasiados escaños vacíos-, y que refleja también la tantas veces denunciada excesiva docilidad del Parlamento con respecto al Ejecutivo, mientras este se alza de hombros, impotente, ante lo que está sucediendo en el poder Judicial.
El panorama este jueves quedó perfectamente reflejado en lo que debería haber sido una jornada eufórica de democracia y que ahora está a punto de ser una democracia enferma. Se habla demasiado de machismo, de fascistas, de deslealtad, de traición, de cuántas otras cosas que nada tienen que ver con la mejora del país, y muy poco con el bienestar de ese país. Sí, Sánchez vence, aunque Feijoo gana en las encuestas; ninguno de los dos convence. Reo que la de este jueves no ha sido, ni de lejos, una sesión memorable del mejor parlamentarismo. Aunque Sánchez haya concluido la jornada muy contento. O por eso, que dirían los del otro lado, válanos Dios.

 

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