Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Gosford Park

29/01/2021

Las sociedades productivas poseen jóvenes a raudales, mientras que las estáticas son geriátricos crecientes donde el recuerdo del pasado ocupa una parte creciente de su estado anímico. Este pequeño detalle nos advierte de lo que va a ocurrir en un futuro no muy lejano en Occidente.

Salvo los despistados que piensan que Donald Trump ha sido el mayor peligro democrático, la cruda realidad es que la libertad está de retirada en nuestro entorno. El sistema político invade cada vez un mayor espacio personal y nos arrebata el ejercicio responsable de un individuo autónomo que aprende de sus actos. Es imposible crecer en la vida si no aceptamos el error o el fracaso como algo intrínseco a nuestra condición. El drama es que la población, guiados por los políticos, entiende que el libre mercado, la propiedad privada o la libertad de elección alimentan la desigualdad. Aceptamos el argumento porque todos en algún momento de nuestra existencia hemos cometido errores de distinta magnitud que nos hubiera gustado evitar.

Es largo de explicar cómo nos hemos transformado en sociedades infantiles. No deja de ser irónico el linchamiento mediático que sufre cualquier figura pública que se aparta de lo políticamente correcto, sin que nadie se pregunte quién dicta las normas y establece el corte. Tiene cierto tufillo a la dictadura del Terror que acabó con el mismo Robespierre. Ese miedo y su capacidad intimidatoria nos acompañan ya.

Sería más cómodo decir que la deriva económica, un empobrecimiento estructural de Occidente, es fruto de errores ideológicos o de una inadecuada política económica. Olvidamos nuestra condición humana, mientras dedicamos nuestros esfuerzos en crear el nuevo individuo. El problema es la envidia; sin más.

Aceptar con alegría los errores propios y sus consecuencias nos hace libres. Aceptar las riquezas ajenas fruto del talento a medio plazo hace economías más prósperas e individuos menos pobres; por eso, la propiedad privada y la libertad de elección son el eje de una sociedad sana. El siglo XXI va a ser para las naciones cuyos individuos deseen libremente dominar sus destinos decidiendo el colegio de sus hijos, la sanidad que demandan o garantizarse el bienestar en su vejez; no es opcional porque el modelo conocido ya ha quebrado. Si triunfa la envidia podemos seguir los pasos decididos de Cuba y Venezuela, donde el resentimiento y la pobreza se expanden generosamente. Algunos, cuando hablan de desigualdades defienden egoísmos y alimentan lo peor de nosotros. La prosperidad necesita individuos libres y responsables.