Belén Viloria

TITULARES DEL FUTURO

Belén Viloria


El silencio como refugio

13/11/2021

La violencia contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones más generalizadas de los derechos humanos en el mundo. Se producen demasiados casos cada día en todos los rincones del planeta. Este tipo de violencia tiene gravísimas consecuencias físicas, económicas y psicológicas, tanto a corto como a largo plazo, y no sólo personales, sino en los entornos y comunidades, al pulverizar la posibilidad de participar plenamente a las mujeres, y en igualdad, en la sociedad. 
Las condiciones que ha creado la pandemia; confinamientos, restricciones a la movilidad, mayor aislamiento, estrés e incertidumbre económica, han provocado desde su inicio, un incremento alarmante en el ámbito privado y las han expuesto todavía más a otras formas de violencia, desde el matrimonio infantil hasta el acoso sexual online. Y ya antes de la pandemia, tanto en el ámbito privado, como en el público, las cifras eran más que alarmantes: una de cada cuatro mujeres sufrirá en algún momento de su vida una agresión sexual, el 10% hace denuncia, pero el 90% se refugia en el silencio. El 50% ocurre en familia o con alguien conocido, lo que hace mucho más difícil de contar, la otra mitad no habla porque piensan que no se les va a creer. 
Cuando una mujer decide compartir su historia, esta no cabe en los 30 segundos ó 2 minutos que aparecen en los medios, sin embargo, cuando se trabaja con ellas, como hace la socióloga y psicóloga social, Inés Hercovich -  que desde hace décadas investiga las diferentes formas de discriminación de la mujer - lo que aparecen son relatos llenos de detalles, emociones, sensaciones, y parece que dicen cosas inimaginables, que no nos gusta oír, o que nos asustan y superan, y al escucharlas, inevitablemente, surgen mil preguntas y posibles alternativas que a esa persona obviamente, en ese momento, no se le ocurrió decir o hacer. 
Cuando escuchamos a alguien así es porque esta persona nos eligió para ello, normalmente porque le conocemos, y en su historia, aparecerán todas esas cosas que no entendemos, e incluso, tampoco aceptaremos. Surgirán dudas, sospechas, y eso nos hará sentirnos culpables. 
Para la socióloga, para defendernos de esa incomodidad y entender que es una víctima utilizamos como recurso el poner el foco en las cosas que esperamos escuchar, y difuminamos las que no esperábamos o no queremos escuchar. Pero también hay otro camino muy diferente y muy habitual, el contrario; poner el foco en los detalles incomprensibles e incomodidades, nos llevaría a hacernos otro tipo de preguntas que en este caso, terminarían en sentencias como: qué hacía por ese lugar o por qué iba vestida de determinada manera. Ninguno es justo.
En la mayor parte de los casos judicializados no hay marcas físicas, porque se han encontrado en la situación extrema de llegar a «negociar sexo, por vida». Y ante este horror, llegan a sentir culpa, a dudar, ellas mismas, el haber sufrido una verdadera agresión. Ser cuestionadas de esa manera por sus familiares y amigos, puede ser peor que la misma agresión. El resultado de todo esto, es el silencio de nada más y nada menos que del 90% de las mujeres. Lo que evidencia que, en ese silencio, como sociedad, algo tenemos que ver.
Situaciones extremas que afectan a la supervivencia, dignidad y a la salud vital de tantas personas deben ser prioritarias en un mundo en el que el crecimiento de la violencia hacia mujeres y niñas lejos de reducirse, se incrementa. Y una vez más, el cambio debe empezar en la educación.