Pablo Álvarez

ZARANDAJAS

Pablo Álvarez

Periodista


Desescalada con hijos

14/06/2020

Tres meses, que se dice pronto. Aún recuerdo la sensación de agobio cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció el inicio del confinamiento por un plazo de 15 días para frenar el avance del bicho. ¡Cómo íbamos a estar dos semanas enteras sin salir de casa! Pues estuvimos, esas dos, otras dos, otras dos… Y aquí nos encontramos, sin capacidad de pensar en un futuro que vaya más allá de la próxima semana.
Una de las preocupaciones aquel 14 de marzo era cómo podía compatibilizar mi actividad profesional con tener un niño de dos años en casa sin el inestimable apoyo de abuelos y tíos. Y en mi caso, ni tan mal, que al menos no tenía que estar pendiente de los deberes, como otros miles de padres. En casa fue relativamente sencillo, aprovechar sus horas de sueño para avanzar con el curro gracias al teletrabajo y la compresión de los clientes. ¡Todos los días doy gracias por sus largas siestas y ruego para que duren unos cuantos años más!
Han abierto tiendas. Han abierto bares. Han abierto centros comerciales. Han abierto museos y salas de exposiciones. Han abierto gimnasios y centros deportivos. Vuelve La Liga. Se están habilitando ayudas para los autónomos, para las pymes, para los comercios, para la hostelería… Pero las familias han quedado en un segundo plano. Pensarán: «¿si han aguantado así tres meses, pueden aguantar otros tres?».
Educación se ha puesto de perfil durante esta crisis y mientras les caen los palos a la Junta por la gestión de la sanidad y las residencias, en Castilla y León la consejera del ramo, Rocío Lucas, ha dicho que los centros educativos siguen cerrados y aquí paz y después gloria. Ya se pueden poner en marcha programas de conciliación, pero si luego Educación dice que las escuelas infantiles siguen cerradas, pues aquí paz y después gloria. Es más cómodo echar la llave que ponerse a fijar protocolos para que su apertura se lleve a cabo con las máximas garantías para trabajadores y familias.
Los profesores se han roto los cuernos para poder atender a los chavales con más voluntad que medios, porque qué bonito es sacar pecho de teleclases con la fibra óptica y el ordenador que se paga cada trabajador. En mi caso, agradecer al equipo de Fantasía, especialmente a la directora Ana y a nuestra ‘profe’ Natalia, todo el esfuerzo para facilitarnos actividades para realizar con los pequeños. Todos ellos también se merecen un aplauso de la ocho, uno de esos de los que ya nos hemos olvidado desde que se puede salir a la calle.
La nueva normalidad de la que tanto se habla no llegará para miles de familias de Valladolid y de Castilla y León hasta que no se retome la actividad educativa y vuelvan a abrir los colegios. Cruzaré los dedos para que las siestas sigan siendo largas este verano y que el temido rebrote otoñal sea como el cocodrilo del Pisuerga.