Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


Del aplauso a la lapidación

25/12/2021

Como en la mítica escena de la lapidación de La vida de Brian, vivimos tiempos a caballo entre la sátira y el absurdo. No hablo de lo de esas elecciones autonómicas metidas con calzador entre acusaciones cruzadas de traición, olvidando todos que la traición, en todo caso, es a esos ciudadanos preocupados por una sexta ola que lleva a la pandemia a cotas nunca vistas; traición de la clase política en general, que lleva jugando a las elecciones con el coronavirus demasiado tiempo.
Ellos van a la suyo, ya se sabe y lo peor es que no nos sorprende, pero de lo que hablo es de nuestro comportamiento con aquellos a los que, en el confinamiento, aplaudimos cada día desde la terraza para agradecerles que alargasen sus turnos de trabajo, viviesen dentro de un incómodo EPI y se jugasen la salud por intentar salvar el mayor número de vidas posibles. Hablo de nuestra traición a todos aquellos sanitarios a los que ahora criminalizamos porque se van de cena y se contagian, como si ellos tuvieran menos derecho que cualquier otro profesional a juntarse en torno a una mesa o irse de casa rural; deben estar bien sanos para cuidar a los que se pasan la pandemia por el forro. 
Quizá somos los medios de comunicación los principales culpables de esa lapidación pública a la que se ha sometido a esos grupos de médicos y enfermeros que se infectaron en Málaga o en Madrid. Quizá la culpa es nuestra por convertir en noticia la aparición de brotes que nunca se llevarían tantos titulares si los contagiados fueran los reponedores y cajeros de un supermercado, los mecánicos y comerciales de un concesionario de coches, o los redactores y fotógrafos de un periódico. 
Pero como pasa en La vida de Brian, los ciudadanos no dudan en lapidar a discreción, empujados por una masa rabiosa que quiere alguien al que culpar de la sexta ola, de que nos vayamos a pasar la previa de Nochebuena entre test de antígenos en vez de entre copas de cava, a la búsqueda de alguien al que culpar de que la pandemia vuelva cada dos por tres para recordarnos que nos tiene subyugados, que las vacunas hacen mucho, pero que no lo hacen todo.
Quizá es el momento de soltar las piedras e intentar ver el lado positivo, también de esta crisis que quizá nos está dando una lección vital para que aprendamos a devorar cada minuto, a ser felices y a sonreír hasta los lunes.