Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Lío en el bar

06/06/2019

Que andan en la hostelería revolucionados, los bares en estado de cabreo, las tascas enervadas, la gente inquieta por la norma de fichar todo quisque. Señores, esta modernidad impacta directamente sobre uno de los sectores más carpetovetónico, ‘typical spanish’, un reto ciclópeo: hacer fichar a los currelas de las tabernas.
Esta es una de las medidas de más calado que este gobierno haya tomado en mucho tiempo y, aunque su propósito es bueno (que la gente cobre lo que trabaje), su carácter universal, sobrevenido y -no nos engañemos- un tanto improvisado, hace que sus consecuencias estén  fuera de control.
¿Consecuencias? Los bares restringen los horarios, los repartidores tienen problemas con las entregas, los clientes tienen menos acceso a sus servicios, las horas trabajadas son menos y, consecuentemente, los empleados, menos cobrarán y, aún trabajando menos, saldrán perdiendo. Algunos negocios cambiarán su orientación y otros evitarán hacer nuevos contratos para reducir costes. Hay quien se está planteando cerrar más días o tardes completas e incluso algunos tendrán que abordar ajustes de plantilla más severos.
La pregunta es: para conseguir el loable propósito de acomodar la remuneración al trabajo realizado, ¿es éste procedimiento registral el único posible?. Dicho de otro modo: un sector tan tradicional como el de la hostelería, ¿no precisa un ajuste más fino que el de poner las horas en una hoja y multiplicar por su precio?.
Muchos sectores tienen que arreglar el exceso de jornadas y una de las maneras de mitigar el ajuste salarial en España es precisamente que se trabaje más y que se pague. Pero tengamos cuidado con según qué métodos, que matar moscas a cañonazos no es la mejor manera de mantener el edificio en pie.