Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


Renovables

11/06/2021

No somos los españoles muy dados a la planificación a largo plazo. Tal vez vaya en los genes o en gran medida por el mimetismo que generan los políticos, aquejados de impaciencia, para quienes todo lo que sea ir más allá de un mandato de cuatro años, suponiendo que se respeten los tiempos electorales, corre el riesgo de sembrar en finca ajena. El pánico que ahoga la generosidad. Se ha visto últimamente con el documento de debate elaborado por un centenar de expertos, auspiciado por el Gobierno, con el fin de fijar estrategias de desarrollo en respuesta a las necesidades teóricas de España en el horizonte del año 2050. Está ocurriendo ahora también con la planificación del impulso a las energías renovables, sol, viento y agua, que han de ocupar el lugar dejado ya por el extinguido carbón y por la producción nuclear y el petróleo en tránsito hacia el mismo final. Organizaciones agrarias que temen un fenómeno especulativo de las tierras de labor, grupos proteccionistas que ven en riesgo la riqueza paisajística y su biodiversidad, empresarios del medio rural, en pujante y necesario desarrollo como elemento imprescindible para la recuperación demográfica de los «territorios vaciados»… coinciden en la necesidad de pedir tiempo muerto en el programa de Transición que promueve la ministra Teresa Ribera. El asunto afecta en gran medida a Castilla y León, un territorio generosamente dotado tanto para la instalación de aerogeneradores en zonas de montaña como para la explotación fotovoltaica en la meseta. El anuncio de megaproyectos impulsados por las grandes compañías eléctricas, con mínima creación de empleo sostenible, y el atractivo, también acaparador, suscitado entre los fondos de inversión extranjeros, ha provocado tal recelo que incluso el Partido Socialista acaba de pedir un tiempo muerto para poner algo de orden. Las fórmulas pueden ser variadas pero el objetivo ha de ser único. El territorio no puede ser esquilmado y la racionalidad en las instalaciones han de tener una contrapartida práctica: proyectos paralelos de desarrollo creadores de empleo. Algo deberíamos de haber aprendido del pasado. El beneficio generado en la tierra se ha de quedar en la tierra.