Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


El virus de la demagogia

12/09/2020

Hastío, calma tensa, preocupación... Son términos acuñados por activos anónimos de una profesión sanitaria que vive a mitad de camino entre el cabreo y la desesperación; a días enfadados, a días extenuados. Igual que esos marineros que se pasan medio año en alta mar mirando hacia la costa y la otra mitad, en tierra y anhelando el océano; siempre mal.
Hay quienes, cargados de razón, se han instalado en el enfado por tener que achicar tan pronto el agua de esta segunda ola, ven los mismos agujeros en el sistema, se asombran por la falta de planificación de ‘sus’ dirigentes, ven insensatez en la población... 
Otros, en cambio, viven resignados y con un cansancio que ni las vacaciones ha sido capaz de mitigar. Su hospital, su laboratorio, su centro de salud... puede convertirse en un infierno de la noche a la mañana y ellos no se sienten con las fuerzas de la primera ola. Y en esta ocasión los aplausos ya no valdrán para insuflar energía porque vendrán jaleados por la irresponsabilidad de un verano que quiso ser normal y que se vio abofeteado por esta implacable pandemia que ahora, para colmo, desune voluntades y azuza crispaciones.
También en Valladolid.
El mundillo de la cultura y media ciudad se han levantado en armas contra las medidas de contención decretadas por la Junta, olvidando que aquí no hay partidos ni ideologías, sino pandemia. En Valladolid gobierna el PSOE, pero es que en Salamanca lo hace el PP y las restricciones son las mismas porque la covid-19 se ha desbocado en ambas capitales. Punto.
Se ha querido ‘vender’ un ataque directo a la programación de las ‘no fiestas’, obviando que en las medidas no solo había una drástica reducción de aforos culturales, sino también de todo lo que tiene que ver con la vida social (terrazas, reuniones familiares...), excepto la incongruente vuelta al cole, donde 25 parecen no ser muchos. Los demagogos quizás no quieren ver que el objetivo de las restricciones no es castigar a Valladolid por ser Valladolid, sino tratar de adelantarse a un problema aún más serio, porque a los dos mil contagiados de agosto se unen otros mil de lo que va de septiembre. La cultura es segura, claro, pero como puede ser que los chavales echen un partido o que doce personas se tomen una caña en una terraza con las debidas distancias. Toca aguantar, apretar los dientes y arrimar el hombro sin inocular el virus de la demagogia.