Luis Miguel de Dios

TRIGO LIMPIO

Luis Miguel de Dios

Escritor y periodista


Aranceles

08/10/2019

De repente, muchos han descubierto que existen los aranceles y que, en manos de personajes como Trump, pueden complicar la vida a media humanidad. Lo de aranceles sonaba a medieval, como alcabala, derecho de portazgo, diezmo, primicias y cosas así. Pero no. Los aranceles siguen plenamente vigentes y se han convertido en arma arrojadiza entre los poderosos, aunque acaben pagando el pato los de siempre, o sea usted y yo. Y bueno es don Donald como para desaprovechar cualquier oportunidad de meterle el dedo en el ojo a quien considere su rival o simplemente para demostrar que manda él y que lo de ‘América, primero’ es su biblia particular. Y ahora le ha tocado a cuatro países de la Unión Europea (Alemania, Francia, Reino Unido y España), los cuatro que dieron ayudas al AirBus, competidor del norteamericano Boeing. La Organización Mundial del Comercio declaró ilegales estas ayudas y facultó a la administración USA a imponer aranceles por valor de 6.900 millones. Trump podría haberlo o no haberlo hecho, pero cogió la estaca y, hala, 150 productos afectados, la inmensa mayoría sin relación alguna con los líos aeronáuticos entre AirBus y Boeing. Y ahí nos tienen echando cuentas sobre los daños a nuestros vinos, quesos, jamones, embutidos y aceites por la subida de un 25% en los aranceles. Y ahí tienen a los gobiernos buscando salidas y alianzas para hacer frente a la amenaza. Y ahí tienen a la Comisión Europea advirtiendo a Trump de la posibilidad de tasas similares. Es decir, la guerra de los aranceles en pleno siglo XXI, ese de la globalización, los pactos comerciales, la multilateralidad, etc, etc. Como con Trump nunca se sabe y suele rectificar más que miente, es probable que la sangre (o toda) no llegue al río. Pero también podría ocurrir que el marido de Melanie se viniera arriba y que la barrabasada fuera aun mayor. El día 14 habrá una reunión entre ambas partes. En Europa confían en que la situación se reconduzca. Yo no las tengo todas conmigo, pero, ya saben, la esperanza es lo último que se pierde.