Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


La presunción de inocencia

02/06/2019

Hace unos años, cuando la corrupción se sufría en silencio en centenares de ayuntamientos y comunidades autónomas, la detención de un político sacudía portadas de periódicos y abría informativos televisivos. La presumible honradez del cargo público de turno se derrumbaba al mismo ritmo, que manos engrilletadas, un policía le bajaba la cabeza para meterle en un coche y llevarle al calabozo. Hoy eso ya casi no es ni noticia, más allá de la provincia en que operase la red de turno, pero ya han pasado a ser unas de esas noticias de andar por casa. 
¿Y la ciudadanía? La sentencia popular no se hacía esperar, porque nadie ponía en duda que el concejal o consejero de turno hubiese metido la mano, o que se hubiese lucrado durante años desde su poltrona. Tabla rasa... El todos son iguales
Pero el pueblo se topa ahora con otro tipo de corrupción, esa que dicen que rodea el mundo del deporte, por la vía de las apuestas. La Operación Oikos no es la primera de este tipo que se lleva a cabo en España, pero sí la que nos pilla más cerca en Valladolid, con el arresto de Borja Fernández, por su presunta relación con una red de amaño de partidos.
De pronto, el que salía en las fotos con las manos esposadas (tras un jersey) es uno de los históricos del Pucela, con más de doscientos partidos jugados con la blanquivioleta. Un jugador clave en el equipo que devolvió a la ciudad a Primera. El capitán del vestuario que lo ha mantenido en la élite en un momento histórico, meses después de la adquisición del club por parte de Ronaldo. Un tío, dicen los que le conocen, ejemplar. Un futbolista convertido en empresario, que ha invertido en una buena tanda de negocios locales.
La detención de Borja Fernández sacudía a una ciudad que se dividía entre la fe ciega en el futbolista y el convencimiento de que solo un amaño podría explicar lo extraño que salió aquel último partido del Valencia. Ya está en libertad y su abogado asegura que no llegará a sentarse en el banquillo junto al presunto cabecilla de la trama, un Raúl Bravo que quizá abusase de su amistad de juventud. La ciudad quiere creerle y se apela a la presunción de inocencia, a la intachable hoja de servicios de Borja... pero su nombre, como el de aquellos políticos, está manchado, quizá para siempre; aunque, en efecto, la justicia le exonere y él olvide sus dos noches de calabozo.