Hoy comienza la campaña en Ciudadanos. Dentro de un par de semanas se resolverán las dudas: o manda Paco o manda Inés. Lo que no sabremos entonces es si el ganador se encargará de gestionar un partido en ruinas o liderar una formación dispuesta para recuperar el vuelo. Si las fiestas se conocen por sus vísperas a los militantes naranjas se les presentan unos días de ruido y pelea. La puesta en escena de esa disputa por el liderazgo no pudo ser más deprimente. El diálogo de sordos protagonizado por Arrimadas e Igea en Valladolid, retransmitido en directo por los medios de comunicación, fue un momento impagable para las teles y las radios, pero un bochorno para esos ingenuos que siguen buscando en la política un lugar para el debate de ideas y no de puestas en escena.

En Ciudadanos vuelve a cumplirse esa gran verdad que señala que en la vida hay amigos, enemigos y compañeros de partido. Los intentos de consolidar en nuestro país un proyecto de centro han terminado devorados por las vanidades y egos de políticos que se creen grandes estadistas, pero que no pasan de jaimitos con ínfulas de Churchill. Rivera y sus pelotas (aduladores, quiero decir) llegaron a pensar que a estas alturas ya estaría reinando en la Moncloa. Pero cuando el rostro volvió, vio que otro listo iba recogiendo los votos que el despreció.

Quedan dos semanas para descubrir si aquellos que pretenden heredar a Albert ilusionan con un proyecto de partido que sirva de refugio a todos esos españoles que no están dispuestos a elegir entre rojos y azules. Las formas con las que han comenzado su carrera hacia la meta los dos contendientes carga de razones a los que tienen claro que el partido naranja seguirá destiñendo hasta perder el color.