Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


El R-21

18/02/2023

El motor sonaba 'acamionado', sin brío y sin esa sensación de querer echar a correr de los coches de gasolina, pero es que en la segunda mitad de los años ochenta, el diésel era lo moderno. Eran más caros, pero decían que se acababa ahorrando por el bajo precio del gasoil y lo cierto es que la mayoría de los españoles se fue pasando al diésel. Desde hace unos años, su fama de contaminantes ha ido modificando la tendencia para volver a ganar terreno los de gasolina que ahora, a su vez, ven cómo híbridos y eléctricos empiezan a ser 'lo moderno'. Tanto que en 2035 estará prohibido vender cualquier tipo de vehículo de combustión en la UE.
El R-21 de mi padre era diésel. Aunque antes tuvo un Ford Fiesta, yo apenas tengo recuerdos de él, con lo que mi coche, en mi hipocampo, siempre fue aquel R-21 blanco. Matrícula VA-0791-N, con un escudo del Real Valladolid en la parte derecha trasera (que me empeñé en poner para hacer patria cuando íbamos de viaje) y con alguna modernidad que fascinaba a mi yo infantil: elevalunas eléctricos, cierre centralizado, luces antiniebla... Me encantaban esas noches de frío pucelano cuando salíamos de casa de mi abuela y el panel de control del coche se llenaba de lucecitas activadas; no era el 'Kit' de la serie de televisión, pero casi... Si cierro los ojos, aún siento el tacto en las manos de la tapicería, oigo el sonido de las ventanillas al subir, veo a mi padre al volante, a mí cambiando de cassette y a mi hermana viajando tumbada en el asiento trasero (no había cinturones atrás) en una suerte de cama que le hacía mi madre cuando nos íbamos de vacaciones.
Con el paso de los años, se convirtió en mi coche. Sin turbo, su virtud no era la velocidad, pero su fiabilidad siempre fue máxima y tenía las prestaciones que requería un veinteañero, por muy diésel que fuera. Aquellos Renault eran indestructibles, aunque, por si acaso, mi padre lo siguió mimando como cuando era suyo y solo un mal golpe nos obligó a jubilarle tras dos décadas de irreprochable servicio a la familia.
Hoy conduzco un vehículo híbrido que también compró mi padre pero del que solo pudo disfrutar un par años por culpa de un (puto) cáncer. Es mi coche y fue el suyo, con lo que, de algún modo, es 'nuestro' coche, uno en el que le recuerdo sano, sonriente y mimándole... como hacía con aquel R-21.