Pablo Álvarez

ZARANDAJAS

Pablo Álvarez

Periodista


La igualdad verdadera

22/03/2019

El 8 de marzo de 2018 fue una fecha histórica con una movilización sin precedentes en España a favor del movimiento feminista y de la igualdad real entre ambos sexos. ¿Qué ocurrió para que el año pasado irrumpiera con tanta rotundidad? ¿Quién estaba detrás? ¿Será posible mantener en el tiempo ese nivel de movilización que permita aumentar la repercusión o al menos mantenerlo y conseguir avances reales en ese camino de la igualdad? Este fin de semana tendremos respuestas a casi todas las preguntas.

A la pregunta de quién estaba detrás de la exitosa movilización de 2018, creo más importante destacar quién no estaba. El Movimiento Feminista lideró la convocatoria de aquella huelga que culminó con esas manifestaciones que se repitieron por todo el país. Un movimiento que siempre ha estado ahí, ligado a ideología de izquierdas pero lo suficientemente transversal que impide que ningún partido político se arrogue su tutela. Ahí pudo estar gran parte de ese éxito de hace un año en la ausencia de siglas. Y ahí está el riesgo ahora. Todos los partidos tratan de adueñarse de él y sacar pecho de su feminismo al más puro estilo heteropatriarcal porque ¿qué hay más machista que competir para ver quién la tiene más larga? En lugar de sumar en una cuestión que debería tratarse como una cuestión de estado y prioridad social, nuestros partidos políticos, sin excepción, tratan de retratarse como los grandes defensores de la igualdad entre hombres y mujeres con una actitud de desprecio hacia las propuestas que tienen en frente con un mensaje mesiánico del tipo: ‘Yo defiendo la igualdad verdadera. Sígueme’.

Una prueba de esto la tenemos en nuestro parlamento autonómico, donde tienen sobre la mesa la Ley sobre medidas de apoyo a la conciliación de la vida personal, familiar y laboral y de eliminación de la brecha salarial de género desde hace más de un año, cuyo anteproyecto salió con el aval del Diálogo Social del que forman parte los sindicatos (CCOO y UGT), la patronal y la propia Junta y que tiene riesgo de quedarse varado esta legislatura por falta de entendimiento y esa competición de ver quién tiene el feminismo más largo por la vía de despreciar la posición de quien está al lado.

Con independencia de lo que ocurra este 8M, el movimiento hacia la igualdad no tiene vuelta atrás. La desgracia es que los avances son tan lentos, que me atrevería a decir que en muchos casos son imperceptibles. Porque, si paramos un momento a mirar a nuestro alrededor, ¿cree que ha cambiado algo respecto a hace un año? Es cierto que para analizar los cambios de conductas sociales, como puede ser este caso, son necesarios periodos más largos de tiempo, lustros e incluso décadas hasta que el agua fina cale. Pero yendo al pragmatismo ¿en estos 365 días que separan ambos ochos de marzo ha notado alguna variación en la situación real que permita hablar de avances en igualdad?

El Observatorio Social de laCaixa ha puesto cifra a la discriminación laboral entre hombres y mujeres, algo que se intuía pero que un equipo de investigadores ha constatado mediante una prueba empírica consistente en enviar 5.600 currículos equivalentes de hombres y mujeres y analizar, posteriormente, las llamadas recibidas por los participantes para una entrevista de trabajo. El resultado, en pleno 2019, aterrador: Las mujeres tienen un 30% menos de probabilidades de ser citadas para una entrevista que los hombres con iguales características. La maternidad penaliza y de ahí viene gran parte del problema de la brecha salarial.

Por lo tanto sí, sí que hay motivos para mantener la movilización. Sin negar los avances, todavía queda un largo camino por recorrer para alcanzar esa igualdad tan necesaria. La movilización tiene que trascender la calle. Llegar a la vida real para que llegue un momento en el que nadie tenga que plantearse si llama a un candidato para un puesto en función de si es hombre o mujer. Las medidas no se pueden limitar al ámbito legislativo. Cada uno en nuestro entorno podemos y debemos facilitarla. En casa, en el trabajo o de cañas.