No sé si lo saben, pero junto al periodista José María Albert de Paco he redactado y lanzado un manifiesto en defensa de Arcadi Espada. Por tantas y tan justificadas razones que necesitaría varias columnas. Sirva como resumen recordar que el escritor fue a una letrina en tv y un siniestro le organizó una entrevista fake destinada a crucificarle. A cuenta de un viejo artículo donde Espada respondía a los intentos del entonces ministro Gallardón por retrotraer la ley del aborto a 1985. Aspiraban a prohibir la interrupción incluso en los casos en los que el embrión pudiera presentar anomalías genéticas y/o fuera posible sufrir toda una serie de problemas metabólicos o neurológicos. De la mala lectura del artículo y la imponente jeta del carroñero de gafas tintadas derivó una sucia campaña mediática. A la que inmediatamente se sumó la Generalidad, claro, que adivinaba una gloriosa ocasión para atacar a una de sus bestias negras. De modo que Consejería de Asuntos Sociales de Cataluña procedió a denunciar por un presunto delito de odio contra las personas con síndrome de Down. Fabuloso. Sobre todo porque Espada no hablaba de Down. Y aunque lo hubiera hecho, claro, pues como recordamos en el manifiesto solo faltaba que no podamos plantear un debate usual en los campos de la filosofía del Derecho y la bioética. Sin miedo a encarar los tribunales. También citamos al filósofo Peter Singer, que tantas veces ha explicado que los debates sobre el aborto se ocupan de aquello que «la gente practica en la privacidad de las clínicas». Malos tiempos estos, en los que la libertad corre peligro de ser talada por quienes arrogándose la salvaguarda de los más débiles trabajan para rompernos la boca y, ya puestos, triturar a un hombre libre.