Alfonso González Gaisán

No perder ripio

Alfonso González Gaisán


Tarjeta de presentación

12/05/2023

Cuando uno llega a una ciudad obtiene una primera imagen de la misma, que vendría a ser su tarjeta de presentación.
Esta nuestra ciudad nos ofrece toda una sucesión de imágenes, algunas de ellas muy poco seductoras. En buena parte de las zonas periféricas, casi siempre industriales, el cuidado de la imagen no se valora, contrariamente a una cierta lógica; aunque aquellas actúen como meros contenedores, no dejan de ser la carta de presentación de la ciudad que las acoge, su imagen corporativa. Sucesiones, a veces interminables, de naves industriales, surgidas en buena parte como vías de acceso a la ciudad, arrastran la mutilación de sus potencialidades como escaparate de su actividad.
Valga como ejemplo el acceso a la ciudad por la carretera de Soria: todo su margen izquierdo, una vez superada la ronda exterior, ignora la carretera, despreciando sus posibilidades de reseña al menos publicitaria y mostrándose como una obscena parte trasera, efecto agudizado ahora, con la zona verde que discurre entre sus fachadas y el vial.
No lejos de aquí, saliendo de la urbe por la avenida de Burgos para incorporarnos a la autovía dirección Palencia, en todo su trazado y antes de superar la variante VA-20, la industria escaparate ha sabido dar una respuesta digna. Esta arteria, con calidad y diseño, se ha convertido en una avenida gremial de concesionarios de vehículos y supermercados. No obstante, merece algún pero: superada la circunvalación nos encontramos con el poblado de Tafisa, desarrollado entre la nacional 620 y el Canal de Castilla BIC (Bien de Interés Cultural) y catalogadas por el PGOU de Valladolid como manzana histórica, por su innegable interés. Su estado es calamitoso, de vergüenza ajena, impresentable a todas luces.
Todo forma parte del necesario discurso de regeneración de la ciudad, desde el cumplimiento de la normativa vigente hasta la simple salvaguarda de la salubridad.
En la práctica todo el trayecto entre Valladolid y Palencia se presenta jalonado de una sucesión de actuaciones aisladas, sin referencia a nada, desperdigadas en el trazado de la autovía, y servidas a duras penas por los viaductos de cambio de sentido o entrada a los pueblos, sin tener en cuenta su implantación en el territorio.
El Canal de Castilla discurre, imperial, como elemento vertebrador de una serie de usos y actividades lúdico-deportivas, que se ven castradas, en no pocas ocasiones, por las zonas residuales de las naves situadas al límite con el camino de sirga. Las inmensas posibilidades del propio Canal, paralelo a la autovía, en buena parte de su recorrido, hasta la desviación de Cabezón, se ven menoscabadas por la presencia de una zona industrial perteneciente al término municipal de Cigales, que a todas luces no parece su ubicación más acertada. Me causa perplejidad explorar, una vez más, de donde procede el empeño instaurado en nuestra amplia Comunidad, de implantar ciertas actividades en zonas sensibles por su alto valor paisajístico, entre otros.
Pero sin duda, la entrada más interesante es la trazada desde el páramo de Villanubla, con el vial entre los desmontes, que contempla todo el valle y el amplio desarrollo urbano de la ciudad.
Como todo, es mejorable y debería ganar verde de forma notable como toda la ciudad; para regenerar la calidad de su aire y para convertirse en un elemento determinante en la definición de la imagen de la ciudad, potenciando su carácter como eje vertebrador del Pisuerga y el Esgueva, así como de sus viales más importantes. Entiendo necesaria la creación de trampantojos que humanicen ciertas intervenciones o masas de ladrillo, de manera que la línea del cielo y la imagen de la ciudad, cuando uno se aproxima a ella desde buena parte de sus accesos, desde una cota más alta, nos presente su cara más amable, y aparezca más integrada en su disposición natural en el valle entre dos ríos y próxima a una laguna. La mancha verde del Pinar de Antequera debería penetrar en la ciudad, para convertirla en una ciudad más verde y así acariciar el sueño de hacerla menos ruidosa, surcada por coches eléctricos silenciosos y no contaminantes. Ya tenemos el paradigma de nuestros autobuses de la línea 1. Esto promete.
Ahora que vamos camino de unas nuevas elecciones el verde debería invadir buena parte de las propuestas. Un anillo verde que acompañe a nuestra circunvalación y recupere la imagen de las carreteras y cauces jalonados de álamos negros o chopos lombardos, se antoja deseable.
Conseguir hacer una ciudad más amable donde el sol y la luz nos bañe, siempre que dispongamos de una buena protección natural, sería un gran regalo electoral.