Un Pere Mas, que farda de no responder a idiotas, escribe un tuit donde acusa al Real Valladolid de no permitir que sus jugadores acudan a la, hum, selección catalana por «catalanofobia». También larga sobre una «panda de cobardes». Cuando un futbolista del club le responde («Tenía escrita una respuesta en plan ‘si quieres hacemos lo que a ti te salga del rabo, gilipollas’, pero he optado mejor por escribirte que el club ha optado por una decisión puramente deportiva»), nuestro tuitero pide las sales, pregunta al equipo por el lenguaje de su futbolista y afirma que «’Panda de cobardes’ no es un insulto, es una opinión basada en mi convicción de q ocultan los motivos reales de la negativa. Llamarme ‘gilipollas’ es un insulto». Lo peor no es confirmar el viejo adagio del consejos tengo que para mí no tengo, sino que una persona adulta, en plenitud de sus facultades, patine en la ridiculez de todos esos estudiantes que todavía confunden el lenguaje recto del que lleva comillas, el decir algo y su comentario, la interpelación directa y el sentido figurado. Por no rematar con la tóxica superioridad de unos fulanos convencidos de que un equipo de fútbol profesional, inmerso en los instantes clave de la temporada, debe y puede permitir que sus trabajadores de élite acudan a las concentraciones de plexiglás de unas selecciones que pintan entre cero y menos uno en el mundo real. Aspiran a acotar el equipo nacional a los censados en su aldea y hacer de su autonomía patria estrictamente delimitada por algo tan retrógrado como la lengua autóctona. Que por cierto, ups, es el castellano, dizque español, lengua materna de más del 60% de los catalanes. Como le aconsejaba un bueno amigo, ya está, ya pasó, y deje de hacer el ridículo, buen hombre.