Luis del Val

LA COLUMNA

Luis del Val

Periodista y escritor


Un trabajador elegante

04/07/2019

Hace un par de años, Goyo González -que mantenía una relación permanente y amistosa con Arturo Fernández- me comentó que le había preguntado sobre la posibilidad de que me contara su vida y le escribiera un monólogo. Algo de su vida conocía a través de una larga entrevista nocturna en COPE, donde con total sinceridad me habló de su infancia en Gijón, de su madre -obligada viuda blanca por el exilio de su padre de ideología anarquista- del conocimiento exacto del lugar de donde procedía, y de su lucha permanente por escapar de la pobreza. 
Lo intentó con el fútbol, aunque no pasó de jugar en un equipo de tercera división, y lo logró en el cine, primero, actuando en papeles de reparto, y, enseguida, como protagonista, a la vez que demostraba en los escenarios que sus cualidades de intérprete no dependían de la fotografía y de las instrucciones de un director, sino que poseía un auténtico talento para la comedia, mejor dicho, para la alta comedia. 
Le comentaba, ayer, a Carlos Herrera, que los dos hombres a los que siempre les sentaba el smoking como si lo hubieran llevado toda la vida eran Joaquín Prat, el gran locutor fallecido, y Arturo Fernández. 
Lo del vestir no era una obsesión, sino un hábito asumido que le neutralizaba las penurias de una infancia en Gijón, donde su madre trabajaba en un lavadero de botellas -las botellas de vidrio no se desechaban, sino que se lavaban para volver a ser usadas- a consecuencia de lo cual sus manos aparecían con las llagas de las lejías y los productos limpiadores. 
Sabía de donde venía, pero no albergaba resentimientos de ningún tipo, y evolucionó de tal manera que el hijo del anarquista tenía una ideología conservadora, y aprovechaba el paso de la tercera división a la primera, disfrutando de lo que su trabajo y su inteligencia le había procurado. Como él recordaba alguna vez -y molestaba bastante a muchos de sus colegas- fue un actor y empresario teatral que jamás nos costó un euro a los contribuyentes, porque jamás recibió una subvención. Se lo ganó todo con su trabajo.