Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Bajos vuelos

30/01/2020

Partamos de la siguiente base: tener un aeropuerto sin vuelos o con vuelos a un solo destino es absurdo. Tener tres en esas condiciones, ridículo. Que  los contribuyentes estén pagando vuelos a Barcelona  es de “13 Rue del Percebe”. Todo lo anterior se justificaría si se tratara de una situación provisional, transitoria, un método para conseguir fines mejores.
Pero la adicción al dopaje de los aeropuertos de la comunidad lejos de ser contingente se ha convertido en una forma de vida. El Ayuntamiento de Burgos acaba de renovar el consorcio con Air Nostrum por 1,2 millones de euros para tres vuelos a la semana de los cuales el 60 por ciento van vacíos. Más de 3000 euros diarios o 108 por pasajero que vuelan con viento fresco hacia ningún lugar.
El asunto de los aeropuertos es un engaño, un placebo con el que contentar las pasiones barriobajeras, entiendo por tal las más bajas de los barrios en que convertimos a una opinión pública a la que damos gato por liebre por culpa de un mesianismo mal entendido: e considerar que tener un aeropuerto por si acaso es mejor que no tenerlo y que alguien lo pagará.
Lo grave del asunto esto  ni es nuevo ni lo que cuento es la primera vez que se dice y que el hecho de que todos los años volvamos sobre lo mismo resulta expresivo de hasta qué punto se dejan pasar según qué problemas con tal de no ponerle el cascabel al gato y de que lo pague el contribuyente.
Urgente: hay que buscar una solución de medio plazo para los aeropuertos de la Comunidad que no pase por hacer uso del dinero ajeno para darle salida a vuelos dopados que no interesan. Supongo que esto concierne a otros muchos aeropuertos en España, pero ya va siendo hora de una vez por todas de que nos entre la madurez tributaria y el sentido común de pensar que no por tener un aeropuerto se es más. Tenerlo en estas condiciones es ser más, en efecto, pero más absurdos.