Maite Rodríguez Iglesias

PLAZA MAYOR

Maite Rodríguez Iglesias

Periodista


La subasta de los presupuestos

28/11/2020

La llamada nueva normalidad no ha acabado con los viejos vicios de la política e incluso, por momentos, los ha acrecentado. La política espectáculo vive su máxima expresión en las puestas en escena que se diseñan para escenificar las negociaciones para cerrar las cuentas del próximo año. Y alcanza su culmen durante la presentación de unos presupuestos que deben servir para sacar al país, la región, la provincia y la capital de esta crisis inédita, que está dejando a muchos más de los que decían en el camino, y que no se soluciona con promesas vacías, ni proyectos bienintencionados pero sin bases sólidas.
Esta semana, por ejemplo, estamos en plena competición presupuestaria: se ha abierto la subasta después dos años sin aprobarse las cuentas del Gobierno central y regional, y nadie quiere quedarse el último en la carrera de las promesas. Lo importante es reivindicar la paternidad de una inversión, aunque arrastre retrasos históricos y las partidas comprometidas y no ejecutadas den para financiar otros tres o cuatro proyectos similares. En la cabeza de todos están infraestructuras como los tramos vallisoletanos de la Autovía del Duero, pero también la reforma del Hospital Clínico, por recordar dos de los ejemplos más notables.
No importa. En la puesta en escena no tienen peso, o se minimiza, la información guardada en las hemerotecas de los medios de comunicación y la memoria de los ciudadanos, que ya se sabe es más o menos fina dependiendo de si gobierna un partido afín o contrario. Lo importante en la subasta presupuestaria es vender que se incrementa la inversión en nuevas infraestructuras, pero nunca o casi nunca se apuntala con el dato de la ejecución presupuestaria del ejercicio anterior. De hecho, desde hace años se ha conseguido rizar el rizo en comunicación política y el superávit presupuestario, una parte del cual procede de las inversiones no ejecutadas, se vende como un ejemplo de buena gestión, y esas partidas se reciclan para anunciar nuevos proyectos, que ya se verá si se ejecutan o no. 
Pero no todo es culpa de la política. La nueva normalidad también implica que muchos sigan valorando la gestión de una administración por las infraestructuras que inaugura, necesarias o no. Y solo en momentos de crisis aguda como el actual se valora la dotación en servicios públicos y sociales. Pero eso daría para otro artículo o una serie. Así nos va.