Maite Rodríguez Iglesias

PLAZA MAYOR

Maite Rodríguez Iglesias

Periodista


Negar la evidencia

12/12/2021

Me tiene fascinada cómo alguna gente trata de manipular la realidad y negar la evidencia. En el ranking podríamos situar a los políticos. Ellos están en el centro del escrutinio público, pero muchas veces se dejan llevar por el ego del poder y se empeñan en negar evidencias irrefutables. No hace falta irse muy lejos, pero el colmo de los colmos es la situación del Gobierno británico, que en pleno confinamiento celebró diversas fiestas las navidades pasadas y se ha empeñado en negarlo a pesar de las evidencias que se hacían públicas. Eso sí, allí esta irresponsabilidad ya empieza a cobrarse dimisiones, aunque en España el verbo dimitir se suele conjugar malamente.
Pero no vale apuntar solo a los políticos porque negar la realidad que no se ajusta a nuestro gusto o cambiarla para no asumir responsabilidades es un deporte nacional. Y en situaciones límite, como las que llevamos meses viviendo por la pandemia, suele ser una mala opción. Basta con ver cómo están otra vez las estadísticas de contagios y la amenaza de restricciones que sobrevuela sobre las fiestas navideñas. Es muy cansado, sí. Pero es como una lucha quijotesca contra los molinos. El enemigo es invisible, pero se demuestra más fuerte que nosotros. Y eso que la receta para no salir tan mal parados no es tan compleja: precaución. 
Pero nos empeñamos en adulterar los mensajes de los científicos. Claro que la vacuna protege y, sobre todo, salva vidas. Pero empeñarse en que nos inmuniza cien por cien contra el virus es un síntoma de estupidez.  Y no pueden buscarse muchos más calificativos para las imágenes, por ejemplo, del pasado fin de semana de los raperos Natos y Waor en el Pisuerga. Es verdad que no hay restricciones, pero también que la obligatoriedad de la mascarilla en interiores nunca se ha eliminado. De hecho, si algo tiene sentido en un concierto con más de 4.000 personas, sin distancias de seguridad, es la mascarilla. Pero las fotos muestran que solo contadas personas tuvieron la personalidad suficiente y el sentido común para llevarla. Y lo demás son evidencias de estupidez, muestras de una sociedad que prefiere engañarse primero y después lamentarse de las consecuencias nefastas de comportamientos temerarios. Las imágenes, como el algodón, no engañan, por más que algunos lo nieguen.