Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


Mascarillas por decreto

18/07/2020

La mascarilla se ha convertido ya en los zapatos o el móvil; no salimos de casa sin ella. Es incómoda, da calor y empaña la visión a los gafotas como yo, pero también lo era el cinturón de seguridad de los coches y ahora ya nadie se plantea circular sin él puesto.
La vida son costumbres y parece claro que la mascarilla ha llegado para quedarse. Hace nada, cuando veíamos un Españoles por el Mundo o un Callejeros Viajeros en Japón o China, pensábamos que los primos del lejano oriente estaban mal de la cabeza por utilizar la mascarilla en su día a día; en el metro, en las calles, en su vida. Tampoco nos encajaba esa fría forma de saludarse con un cabeceo hacia abajo y las manos alejadas del otro, pero aquí nos hemos tenido que inventar lo del codo y todavía nos resistimos a pegarle un abrazo (con el cuello en la máxima torsión posible, eso sí) a nuestra gente. Porque nos lo pide el cuerpo, porque necesitamos ese roce y el codo nos sabe a poco, porque somos así y supongo que va a costar años modificar estos comportamientos.
Desde luego que el coronavirus acelerará esos cambios culturales, acongojados como nos tiene a todos con su tremenda capacidad de expansión. A la que se cuela en el cuerpo de uno, no duda en replicarse entre todo aquel que se junte al ‘paciente cero’ en un coche, en un bar, en una vivienda o, como vemos que está ocurriendo, en un puesto laboral de esos que exigen cercanía. El foco de Lérida surgió entre temporeros agrícolas y el de Valladolid entre trabajadores de una empresa hortícola.
Dicen que solo se le detiene con la higiene de manos y la distancia física o la mascarilla, esa que se va a convertir en nuestro cinturón de seguridad. Recuerdo cuando en los coches solo había que utilizarlo en carretera y que nuestros padres se ponían una pinza (de las de la ropa) para sujetarlo y que no molestase, y que pronto aprendieron a llevarlo puesto a golpe de multa.
Ahora toca lleva a cabo un dispositivo de concienciación muy similar con la mascarilla, a golpe de 100 euros por desenmascarado en cada vez más comunidades. Parece que no hay otra, que muchos no han entendido el mensaje de distancia o mascarilla y como lo primero no se puede imponer, pues nos van a ir colocando la mascarilla por decreto. Como siempre, pagaremos justos por pecadores, pero es lo que hay. This is Spain.