Alfonso González Gaisán

No perder ripio

Alfonso González Gaisán


Desde cubierta

03/03/2023

Ahora que se vislumbra nuestra próxima primavera voy a dar continuidad a mi reflexión del mes pasado. Una vez conquistada la cubierta, vamos a contemplar el paisaje desde ella.
Estos días de fuertes heladas, cuando anochece raso, sin una nube en el cielo, el amanecer es gélido y también sin rastro de mancha alguna. Azul intenso sin una nube por poco tiempo, también despiertan temprano los pájaros a reacción, y sus estelas enraman nuestro azul inmaculado de los restos de la combustión de sus motores que, como vuelan a gran altura, no contaminan y además transportan el maná de nuestro turismo periférico. Pues nada la España vaciada y por ende vacía permanecemos bajo el manto de los restos del keroseno, bueno y también del combustible biológico de titos de aceituna, que es el nuevo sustento de los motores a reacción.
De cualquier modo el paisaje urbano bien sea desde la terraza o desde la cubierta, lo que contemplamos cada vez que nos asomamos a nuestras ventanas son vistas con horizontes bastante próximos en torno a los 20 ó 25 metros, en nuestras calles más amplias, y sobre todo de una áspera monotonía, tanta como la fachada de enfrente, quizá alguno disfrute de un vecino animado que le haga más grata la contemplación.
Entretanto demasiado pavimento duro, muy pocos árboles en nuestro paisaje urbano, si, y también en el rural cada vez mas vacío incluso de arboles. Con lo sencillo que era antes en nuestra Castilla llana seguir el trazado de las carreteras y pequeños cauces siempre flanqueados por las hileras de chopas, protectoras de los paseos estivales, pero llegaron los automóviles y, por llamados motivos de seguridad, se concedió más anchura de calzada, de ambos lados, y así nuestras veredas acompañadas de sus árboles pasaron al recuerdo, otro vacío más, con lo fácil que habría sido crecer solo de un lado y proteger nuestra guía arbolada del otro, y a una cierta distancia para evitar a los conductores que van a buscar los obstáculos aunque tengan la vía expedita. Quien no recuerda esas carreteras donde los chopos lombardos llegaban a generar un túnel verde de infinita perspectiva protegido del rigor de los calurosos días de verano.
Volvamos a cubierta y el paisaje urbano es desolador para la inmensa ciudad. Envidiados son los vecinos de Campo Grande o las riberas del Pisuerga, en el resto necesitamos más verde, y también algún referente más que nuestro solitario Corazón de Jesús sobre la Torre de la Catedral, la torre del Puente Mayor, o allá a lo lejos el Cerro de San Cristóbal, y la línea del cielo que define el Barrio de Parquesol, dentro de poco accesible. Algún referente más cabe, e incluso sería deseable para aproximarnos a ese deseado cielo y permitirnos liberar suelo y llenarlo de verde, MÁS VERDE. Esponjar las zonas más densas y crecer en altura.
Cuando no sea posible articular arbolado en nuestras aceras y aparcamientos, para dar un hueco al VERDE, ya se ha conseguido a duras penas en Rondilla y alguna zona más aunque de forma muy timorata. El árbol debe conseguir un hueco entre nosotros es un elemento clave de nuestra salud urbana.
Los parques duros, léase el nuevo parque del Peral, quiero pensar que pronto será colonizado por el arbolado, para ser habitable en la época veraniega que invita al paseo o la estancia a la sombra.
Entiendo la preocupación de los vecinos de los pisos bajos con sus quejas por la falta de luz o la proximidad de pájaros e insectos, un esfuerzo en la disposición de la plantación a la mayor distancia de las fachadas, así como la elección de la variedad de árbol le confieren la cabida necesaria.
No son necesarios jardines artificiosos, parece que un simple contenedor con la cabida necesaria nos permite tener arbolado a demanda, e incluso con facilidad en su cambio de ubicación. Todos vemos en los viveros los grandes maceteros donde buena parte del arbolado permanece largas temporadas, eso sí, bien cuidados
Alguna fachada con guiños a la arquitectura culta incorporo ya hace años la vegetación para singularizarse como edificio único en Valladolid, como el que ocupa la esquina de la calle Puente Colgante con Catalina Adulce y que implica a sus vecinos en su mantenimiento.
La vegetación tiene su trascendencia en preservarnos de los objetos no deseados cubriéndolos y enmascarando su materialidad. Después de contemplar la actuación en Nueva York en la zona The High Line, porqué no aventurarnos en algo parecido con nuestro Arco de Ladrillo, una vez que agachemos la cerviz por debajo de las vías.