Julio Valdeón

A QUEMARROPA

Julio Valdeón

Periodista


Un cantautor

22/12/2019

Murió Patxi Andión. Se lo tragó la carretera, que devora músicos y no perdona, de Cecilia, Nino Bravo, Pedro San Martín, bajista de la Buena Vida a Tino Casal. Estuvo en París, cuando los filósofos menoreros encabezaban las manifestaciones de los estudiantes que apedreaban policías y parecía que la revolución sería maoísta y el futuro escarlata. Preguntado en 2010 por Juan Puchades, de Efe Eme, con ocasión de Porvenir, el disco con el que regresaba tras doce años de desaparición autoimpuesta, desaparición zen y clases de periodismo, explicó su lealtad por el ideal republicano. «En Alentour le cantas a aquellos años de exilio», comenta el crítico musical. «Sí, es un poco un agradecimiento a los valores republicanos, al ‘liberté, egalité, fraternité’. Aquellos tiempos fueron muy difíciles en París, era un exilio muy duro, lleno de ladillas y de purgaciones, y de mala y escasa comida, de frío. Pero claro, uf, yo empecé a caminar por allí sin tener que mirar para atrás y sentí que detrás había un Estado que me protegía. La canción supone pagar la deuda con Francia, no con Francia como país, con la República Francesa». Andión fue un cantautor recio, atento al mundo, detallista, preciso. Un hombre incapaz de acomodarse al río blando, flojo, de la posmodernidad. Pagó caro dedicarse a unos géneros proscritos por los guardianes del cementerio. En los ochenta no había encaje para un bardo heredero de George Brassens, de Leo Ferré, tan cerca de un gigante como Paco Ibáñez, de una estética más en blanco y negro, austera, dura, entre el folklore y el siglo de Oro, entre los cines de arte y ensayo y los fotogramas del pequeño Antoine Doinel de Les quatre cents coups, los ojos abiertos como dos lunas frente al mar que mata y muere, tan lejos de los pelos de colores y los electroduendes. Pensamos a menudo en Serrat, por supuesto en Joaquín Sabina. Acaso en Luis Eduardo Aute. Los tres magníficos. Pero la escena española fue rica en francotiradores. Javier Krahe, Hilario Camacho, Pablo Guerrero o José Antonio Labordeta, con el que servidor echó los dientes. A todos ellos, y al gran Patxi, honor y gloria.