Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Superliga

26/04/2021

Que el mundo del fútbol ha experimentado a lo largo de su historia una profunda evolución está fuera de toda duda. Que pueda llegar a convertirse también en una cuestión de clases sociales, tampoco es descartable. El debate abierto con ocasión de la famosa propuesta de una Superliga europea es bien ilustrativo al respecto.
Me explico: el fútbol empezó siendo, hace ya más de un siglo, un deporte, simplemente eso, como tantos y tantos otros que se juegan con un objeto redondo que hay que introducir, impulsándolo con el pié, con la cabeza, o con la mano, en un determinado espacio delimitado por tres barras, que llamamos portería, o en un aro redondo, que llamamos canasta, etc. Un deporte colectivo con unas reglas establecidas, que aplica un personaje neutral que llamamos árbitro. Poco a poco, ese deporte, sin duda por sus especiales características, fue convirtiéndose en espectáculo, primero más restringido, luego de masas, con un despliegue ilimitado de aficionados.
Así llegó a tomar el aspecto de fenómeno sociológico, con efectos identitarios y representativos. He oído decir a algún que otro estudioso del fenómeno que el ser humano es capaz de cambiar de domicilio, de trabajo, de pareja, de ideología, de religión, de nacionalidad, etc., etc., pero muy difícilmente cambiará de adhesión a un determinado equipo de fútbol del que es hincha desde su más tierna infancia, si es un verdadero aficionado. Podrá compartirla con el equipo de su lugar, porque también hay bastante de sentido de pertenencia, pero no abandonará su fidelidad de siempre. Creo que los estudiosos tienen bastante razón en esto. Pero hay más: seguramente por la entrada en escena de los medios de comunicación de masas, y muy especialmente de la televisión, a esas características de espectáculo y de fenómeno sociológico, se unió la que hoy condiciona el asunto tan fuertemente. No es otra que la dimensión económica y, por tanto, como negocio, del fútbol actual; eso es lo que determina las categorías, las competiciones, la diferencia entre grandes y pequeños. Eso explica todo lo que rodea a la nueva iniciativa. De manera que reducir el debate de la Superliga a una pugna de pobres y ricos, introduciendo en el fútbol una dimensión ideológica, no me parece muy riguroso. Todo él, sin distinción, está atravesado por el negocio, salvando el fútbol estrictamente aficionado. Sólo que unos tienen más negocio que otros.