Óscar Gálvez

CARTA DEL DIRECTOR

Óscar Gálvez


¿Para qué romper lo que funciona?

15/06/2019

Cerrado el periodo de subasta de sillones en las nuevas corporaciones municipales, y a expensas de la puja final por el de la Diputación de Valladolid, solo cabe una única exigencia a quienes desde el sábado disponen de cuatro años para cumplir los compromisos adquiridos con los ciudadanos en las urnas el 26 de mayo: que exhiban actitud y coherencia en la gestión y lealtad a los ciudadanos. Que no olviden alcaldes y concejales que son ellos los empleados de los ciudadanos. Dicho esto, desde esa fecha hasta la constitución de los nuevos ayuntamientos se han sucedido casi tres semanas de negociaciones entre partidos en aras a conformar mayorías estables. Esta fase de diálogo ha deparado acuerdos más que previsibles, pero también alguna que otra sorpresa. En especial, la de Valladolid capital, donde la victoria sin paliativos de Óscar Puente encabezando la lista del PSOE auguraba cuatro años más de pacto con Valladolid Toma la Palabra (VTLP), cuyos cuatro representantes logrados en 2015 habían sido sus socios de gobierno. En ese tiempo, entre los equipos liderados por Puente y el teniente de alcalde, Manuel Saravia, hubo encuentros y desencuentros que nunca pusieron en riesgo la estabilidad del gobierno municipal. Hubo fidelidad hasta el final, hasta mayo, porque tras esa delgada línea que marcaba el final de un periodo el día 25 de mayo y el comienzo del otro el día 27 lo que apareció fue un precipicio por el que estuvo despeñado VTLP durante muchos días, pese a que sus tres ediles aseguraban una mayoría de izquierdas en el Ayuntamiento. 
El salto de 8 a 11 concejales en solo una noche, la del 26 de mayo, pudo ser determinante para que los socialistas se sintieran facultados para intentar gobernar en solitario y prescindir de quienes habían sido hasta entonces unos correosos pero fieles escuderos. Muchos le llaman la borrachera del éxito, que hacer perder algo la memoria hasta que pasan los efectos y la resaca. Un repaso a las hemerotcas permite comprobar que sin VTLP Puente no hubiera sido alcalde en 2015 y puede que ni candidato en 2019, pues sin esos votos afirmativos a su investidura en junio de 2015, de aquella sesión plenaria hubiera salido con el bastón de mando el número uno de la lista más votada, que fue la del Partido Popular. Evidentemente, en aquel momento VTLP no le dio gratis el apoyo, se lo cobró en forma de gestión de áreas municipales y autonomía plena, o casi plena, de las mismas. Para bien o para mal, pero así ha sucedido durante estos cuatro años y, posiblemente, de esos polvos vengan en parte algunos de los lodos que tras la noche del 26-M sepultaron durante muchos días la posibilidad de un nuevo pacto.
La gestión de los tiempos postelectorales ha dado para todo, para encuentros y desencuentros como los del mandato anterior, pero en esta ocasión con mayor predisposición del PSOE al rechazo que al acuerdo. Se puede entender desde esa sensación de suficiencia que se desata como un ciclón tras un triunfo como el obtenido.  Y aunque en la práctica pueda resultar cierto –sin pactos alternativos que garanticen la mayoría absoluta siempre sale elegido el candidato de la lista más votada, Óscar Puente en este caso– fueron llamativos los derroteros que tomó la primera fase del diálogo entre ambas partes, que presagiaba lo que poco después ocurrió: descarriló. Es de justicia apuntar que al margen de las ideologías, con las que en buena lógica se identifica más una parte de la ciudadanía que otra, Valladolid tuvo un equipo de Gobierno que funcionó sin fisuras, o al menos no con tantas como suele ser habitual entre socios en gobiernos de coalición, sean del color que sean. De ahí que resultara difícil entender –y explicar– puertas afuera del Ayuntamiento, en definitiva entre los votantes de PSOE y VTLP, una ruptura entre dos socios que habían aportado cada uno su grano de arena para volver a sumar la mitad más uno de los concejales de la Corporación. Curiosamente, las cuentas que llevaban haciendo ambos desde meses antes. ¿Para qué entonces? Si mérito tiene que los socialistas fagocitaran a Sí se Puede Valladolid, que también prestó sus votos a Puente hace cuatro años, no lo tiene menos que VTLP saliera del duelo de izquierdas solo levemente dañado, con un edil menos pero vivo en un escenario de concentración del voto de izquierdas en torno al PSOE muy agudizado. Desde el punto de vista práctico, lo mejor que ha podido ocurrir en la recta final del plazo para negociar gobiernos estables es que el jueves PSOE y VTLP volvieran a abrirse al diálogo después de días de tensiones y salidas de tono. Habrá quien se pierda en un elemento a la postre totalmente accesorio como quién ha doblado más la rodilla para volver a la senda del pacto. Si tratasen de buscar alivio,  basta mirar alrededor y ver lo que ha ocurrido en la negociación de otros gobiernos de la Comunidad. Tanto Puente como Saravia se darán cuenta de que no la habrán llegado a doblar ni la mitad que otros.