Muy poco puedo puede aportar este humilde plumilla a la situación a la que nos enfrentamos, no sea más que el parco producto de nuestras reflexiones y nuestras ideas, tormentosas, atormentadas. ¡Qué decir que valga la pena y que sea mejor que el silencio¡
Sólo se me ocurre aportar que cuando miremos estos días al horizonte, sepamos distinguir dos cosas aparentemente iguales pero muy diferentes. Distinguir el riesgo de la incertidumbre. Al primero hay que temerlo, ahuyentarlo, minimizarlo. Luchar contra él y poderle antes de que él pueda con nosotros y nos venza. Hay que hacer uso del arsenal que se nos ha proporcionado para blindarse. Hay que proteger a los nuestros, limpiarse por fuera, limpiarse por dentro.
La incertidumbre, sin embargo, es nuestra aliada. Nos permitirá ponernos en guardia para que no nos devasten sorpresas ingestionables. Y fecundará la salida. Porque tengamos por seguro que de esta salimos y que no sólo no saldremos igual sino que habrá oportunidades nuevas.
Estos días estamos haciendo las mismas cosas de otra manera, más eficiente quizá, racionalizando. Estamos valorando factores vitales de los que nos solemos olvidar y que atañen a las personas con las que vivimos y a las que solemos desconocer.
Aprenderemos a usar nuevas herramientas que se quedarán con nosotros, emplearemos mejor las que tenemos, aprovecharemos mejor los recursos, podremos aprender a vivir más con menos, a ser distintos, siendo mejores.
La única fortaleza de este puñetero virus es que sabe aprovecharse de nuestras debilidades y en gran medida esa será su propia debilidad. Si somos capaces de entender bien la jugada, la salida no será tan difícil. Evitaremos los riesgos. Aprovecharemos a nuestro favor la incertidumbre.