Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


El reloj de la pandemia

30/01/2021

El tiempo no corre, el tiempo ya vuela. Este reloj marca las tres y nadie sabe si llegará hasta el cuatro o las vacunas y la inmunidad de grupo podrán detenerlo. La tercera ola avanza con impunidad por casi cualquier confín del planeta, disfrazado de cepas multiculturales que incrementan aún más la capacidad de contagio de un ‘bicho’ que nos ha rodeado y al que hemos dado tal poder que esta vez solo ha necesitado de tres semanitas para llevar a la asfixia a un sistema sanitario al que le están cobrando las cuentas (navideñas) de otros. 
Este reloj no se detiene y ahora el tiempo juega en contra de una sociedad que solo ha reaccionado cuando se ha visto sitiada por las decenas de positivos que se conocen cada día; en este enero, uno cada cuatro minutos en Valladolid. Algunos no se lo han tomado en serio hasta que no les ha tocado en primera persona y habrá quien se haya enterado de que esto iba en serio según le ingresaban o le bajaban a la unidad de críticos.
Habrán visto entonces que los hospitales vuelven a verse invadidos por una pandemia que no solo se llevará la vida de entre un uno y un cinco por ciento de los contagiados por covid, sino que el coronavirus también matará a demasiados enfermos no-covid a los que se les retrasarán pruebas, operaciones... El reloj de la pandemia avanza inexorablemente en contra de todos: covid y no-covid.
También corre en contra de unos políticos dispuestos a engrandecer su descrédito, ya no solo por colarse en las vacunaciones, sino por el despropósito en que se ha convertido eso que llaman ‘cogobernanza’. Un sistema que impide el desgaste de Pedro Sánchez, pero que impide esos confinamientos que quizá habrían contenido antes esta tercera ola. Lo reclamaban diez comunidades e innumerables sociedades científicas y colegios de médicos y enfermería, pero Illa y el presi estaban a los votos, no al covid.
A cambio, tenemos 17 planes ‘anti-covid’, como si esto fuese un experimento en lugar de un país. Una amalgama que hace que cada comunidad imponga sus horarios de toque de queda, sus límites de personas, sus cierres de negocios... Aunque, en esto, en esta vieja y olvidada Castilla parece que no salimos mal parados, pues todas las medidas de contención se han decretado dos semanas antes que en otras zonas. Quizá esta vez el tiempo, ese reloj de la pandemia, juegue a nuestro favor.