El mismo día que un vecino de Rajoy se chivaba a La Sexta por haber visto al expresidente del Gobierno andando deprisa por su urbanización, la agencia de noticias Ical publicaba que en Soria la policía había detenido a dos jóvenes por estar hablando de forma distendida en la calle. A un tercero lo detuvieron por bajarse de la bicicleta y abrazar a unos conocidos. El jueves, un helicóptero de la Guardia Civil tomó tierra en una finca del Alfoz de Burgos tras otear los agentes a una mujer que intentaba saltarse la cuarentena dando un paseo solitario con su perro. No sé si el censurado Rajoy será también sancionado, ni la cuantía de la multa que les impondrán a los sorianos y a la burgalesa. Lo que no me parece necesario es exhibirlos y señalarlos de esa manera. Solo falta marcarlos con una estrella para que sean repudiados el resto de su vida.
En esa misión de persecución indiscriminada están participando de forma entusiasta algunas televisiones, esas que se han puesto al servicio del poder. Presentadores de informativos reprenden, o desprecian abiertamente, a ciudadanos que osan salir a la calle sin haber dado explicaciones convincentes a los nuevos comisarios políticos. Determinados medios de comunicación han dedicado más tiempo a esas denuncias que a reprochar el intento de censura del Gobierno a través del último CIS, con preguntas dirigidas para tener a los profesionales del periodismo arrodillados ante la información oficial. Espero que las fuerzas de seguridad actúen con la misma contundencia contra aquellos que no tomaron a tiempo las medidas necesarias para evitar los contagios como hacen ahora con los ciudadanos anónimos. Que los exhiban también ante todo el país para su vergüenza.