Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


Y esperar al siguiente verano

25/08/2019

Ya se nos empiezan a escurrir entre los dedos. Como la arena de playa. Como el agua de mar. Los días de verano se nos van poquito a poco, con alguna tarde de nubes y noches cada vez frías en este implacable Valladolid que ya te empieza conducir sin piedad a ese camino de la realidad cotidiana, hacia ese otoño de días cortos, mágicas nieblas y mañanas lluviosas.
El verano se empieza a acabar al volver de vacaciones, cuando la tez morena se cuartea para recordarte que es hora de regresar a la blanca normalidad, aunque aún estés saboreando el verano. Un tinto de verano, un helado a la orilla del mar, un pescadito a la brasa, una Mahou bien fresquita, unos chuletones entre amigos y risas, las tardes de piscina, las paellas con la familia [cómo se han echado de menos en este extraño verano...], unos trozos de sandía o unas aceitunas bajo la sombrilla, los paseos por la arena mojada, una timba de cartas, las olas, salir a correr junto a la costa, las siestas con ese libro que llevabas reservando un tiempo para el verano, las noches de series y pelis...
El verano es una época absolutamente única. De desconexión, de viajes a otros territorios en los que nadie te conoce, en los que te camuflas con un bañador y unas chanclas, y vives sin presión, sin horarios, sin más tareas que levantarte y echar el día. Sin hacer nada. Sin tener que hacer nada. Sin correr. Sin hacer correr a los tuyos.
Sí, porque ellos, nuestros pequeños, también necesitan nuestras vacaciones. Sentirnos junto a ellos, que vean a sus padres relajados, sin mirar el reloj y sin volar de casilla en casilla como en un disparatado juego de la oca. Levantarte, levantarles, desayunar, colegio, trabajo, colegio, comer, actividades, trabajo, cenas, dormir... y, así, de oca en oca durante once meses hasta que vuelves a caer en la casilla de las vacaciones de verano. En esa en la que el tiempo se detiene y nos transformamos para poder disfrutar de no hacer nada; de no tener que hacer nada más que disfrutar. De tu helado, de tu cervecita, de tus amigos, de tu familia, de tus hijos, de tu pareja... Solo disfrutar. Y esperar al siguiente verano.