Aurelio Martín

LA COLUMNA

Aurelio Martín

Periodista


Papel en blanco

21/10/2019

A veces, cuando se trata de comentar la actualidad que vivimos, más bien tendente a la ficción, con situaciones incomprensibles desde el lado de la racionalidad, con brutalidad callejera retransmitida en directo, darían ganas de dejar el espacio en blanco, primero como señal de impotencia de que nada de lo que se diga pueda parar este sin sentido, después como señal de asombro y finalmente como apuesta por una esperanza a través del efecto de comenzar de nuevo.
La desmesurada -y bien preparada y estudiada de manera previa- reacción tras la sentencia del Tribunal Supremo a los cabecillas del independentismo catalán, excepto para quien aún tiene orden de búsqueda y captura no va a llegar a ningún sitio deseado, todo lo contrario, la violencia llama a la violencia y repercutirá no solo en la mitad de los catalanes que no desean la independencia sino en el conjunto de España, que también tiene otros problemas y que parece abandonada por esta cuestión dirigida por personas que han perdido la consciencia y han entrado en un laberinto que no tiene salida. Hablamos de gente de paz, de la de verdad, no de quien se autoproclama como tal y quema vehículos y contenedores o lanza cohetes a los helicópteros policiales.
Los independentistas, con los responsables de las instituciones a la cabeza, están envenenado a todos y serán responsables de las repercusiones que puedan tener estos incidentes para el resto de los españoles vivan en la comunidad autónoma que vivan, también en Cataluña donde la merma de servicios es notable porque no hay Gobierno, se ha convertido en un grupo de activistas con solo un objetivo, como es llegar a ningún lado. A este paso, administrarán un territorio asolado por las llamas provocadas por los radicales. 
Es necesario que se conozca quién está preparando toda esta violencia, a la que se unen antisistemas de otros países, también la de ultraderecha, y con qué financiación cuentan, y se echa de menos el rechazo de quien la padece en primera fila, desde hosteleros a comerciantes, como perjudicados por el vandalismo, aunque aboguen por la independencia. Descartado está el president cuando llama a los violentos a «apretar» y rechaza una declaración contundente para pedir que cesen en sus algaradas que tienen que ser repelidas por su Policía. Aquí todo es un sin sentido pero existe un objetivo que ocurra algo serio de lo que haya que lamentarse para que tengan una justificación.
Ya que en un sector el asunto parece bloqueado, sin salir del bucle, a la política nacional se le debe pedir acuerdo y unidad olvidando que estamos a las puertas de una campaña electoral, aunque, para qué escribir esto, si vemos que es imposible, sería mejor haber dejado el papel en blanco. Y nunca recurrir a la violencia.