Belén Viloria

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Belén Viloria


Perspectiva telescópica

13/04/2019

En 1850, John Adams Whipple logró la primera imagen de una estrella; Vega, a 25 años luz de distancia y esta semana, los científicos han mostrado la primera fotografía de un agujero negro; M87, a 55 millones de años luz de distancia, llenando las noticias de una imagen que desata nuestra curiosidad y acapara nuestra atención por ser un hito en la comprensión humana del universo, al validar las líneas de investigación de más de 100 años desde la teoría de la relatividad de Einstein, y porque ‘ver lo que no se ve’ resulta fascinante para cualquiera.
Poniendo un poco de perspectiva, parece mentira que siglos después de fijar un teleobjetivo al universo para captar una imagen, seamos capaces de ponerlos de nuevo para captar en el propio túnel del tiempo, los agujeros negros, algo que Einstein pensó que era una posibilidad emocionante aunque puramente teórica.
Durante más de cien años los astrónomos han ido acumulado evidencias abrumadoras de su existencia por métodos indirectos, pero ahora en sólo un pequeño margen de años se ha logrado; no sólo detectar las ondas gravitacionales que son el eco del sonido cuando pares de ellos chocan y que supuso el descubrimiento astrofísico más significativo desde Galileo, sino también su imagen, lo que confirma definitivamente su existencia tal y como el propio Einstein predijo.
Estamos viviendo unos años de hallazgos extraordinarios de los que cuando se comunican hacen que desviemos nuestra atención del Brexit, las elecciones o el ‘procés’, aunque por desgracia no por mucho tiempo ya que nos volvemos a sumergir en lo que decidimos que es nuestro día a día.
En ambos casos, en la detección de las ondas gravitacionales y en la captación de la imagen del agujero negro, además de ser hitos científicos, representan el éxito de hacer posible lo que parecía imposible gracias al trabajo colaborativo de cientos de personas en equipos multidisciplinares. En el caso concreto de esta semana, un equipo internacional con más de 200 científicos que en su día identificaron que la única manera de captar esa imagen sería con un telescopio del tamaño de la tierra, para lo que idearon la creación de ocho, situados en Hawai, Arizona, España, Méjico, Chile y Polo Sur, que sincronizaron para que la suma fuera equiparable al macro telescopio computacional que se necesitaba para captarlo. 
Pero no fue el único reto, sino que necesitaban un nuevo algoritmo capaz de convertir el enorme volumen de datos recogidos en imagen. Una estudiante de doctorado del MIT de 29 años, ingeniera informática, Katie Bouman fue quien ideó el nuevo algoritmo para unir los datos recopilados a través de la red de telescopios al que le ha llevado dos años procesarlos y componer la imagen final que hemos visto esta semana. El cómo lo hizo lo podéis descubrir en su TEDx Talk (TEDxBeaconStreet) de 2017.
Hoy miramos más que nunca al universo, detectamos exoplanetas potencialmente habitables, creamos cohetes que nos llevarán y traerán de Marte, visualizamos agujeros negros, … Tiempos fascinantes que suponen un antes y un después en la Humanidad a los que corremos el riesgo de no prestar más atención y no poner en perspectiva por estar inmersos en la ‘actualidad’, que al lado de estos hallazgos son meros ‘parpadeos cósmicos’.  
Este nuevo hito demuestra que el poder del conocimiento interdisciplinar y el poder de la colaboración son claves para expandir verdaderamente los límites de lo conocido. Si las aplicamos en nuestro día a día y añadimos un poco de perspectiva telescópica para saber identificar lo que realmente merece la pena, seremos capaces de hacer posible lo que parece imposible.