Óscar Gálvez

CARTA DEL DIRECTOR

Óscar Gálvez


Estrategias y fichajes

13/04/2019

El protagonismo informativo de los próximos cincuenta días va a recaer en la política. De lo que los ciudadanos decidamos en dos fechas claves (28 de abril y el 26 de mayo) dependerá buena parte de nuestro futuro más inmediato. Incluso a más largo plazo, porque si durante los mandatos de cuatro años que están próximos a iniciarse no se adoptan medidas necesarias de largo alcance, el mal ya estará hecho. El bombardeo de propuestas ya ha comenzado, la verborrea de los principales líderes ya está bien ensayada y muchos de los fichajes para atraer la atención del elector han comenzado la carrera hacia sus escaños con más pena que gloria. En ocasiones, hay que saber decir que no a tiempo y rechazar invitaciones para integrarse en proyectos políticos, porque no todo el mundo vale para todo. En realidad, casi nadie. Haciendo bueno el refrán de zapatero a tus zapatos, nada puede ser más aconsejable que huir de los cantos de sirena de los líderes políticos que, muy posiblemente, lo más que pretenden exprimir de un ‘fichaje estrella’ no es su capacidad de trabajo ni sus cualidades sino su capacidad de arrastre de voto. O sea, agrandar su ombligo tirando del prestigio y buena fama de otros. A Ruth Beitia, una grandísima campeona en el mundo del deporte, Pablo Casado le hizo jirones su inmaculada imagen pública animándola a ser candidata a la Presidencia de Cantabria. De todos es sabido que tuvo que renunciar por razones que quedaron a la vista y al oído de la inmensa mayoría. Beitia, como muchos otros que han vivido esta experiencia, no puede eludir su parte de culpa en ello, como no puedo hacerlo ninguno de los que en los últimos años han salido escocidos de la experiencia tras morder el anzuelo de los hiperlíderes que se lanzan a por los famosos del deporte y del espectáculo con el único fin de usarlos como gancho electoral. 
Las elecciones generales, de cuya campaña electoral se vive este fin de semana su arranque, nos dejan en Valladolid pocos fichajes de este tipo. Mirándolo bien, de esa se han librado aquellos a quienes pudieran tener echado el ojo, pero también nosotros mismos, los ciudadanos y electores. No soy en absoluto contrario a la incorporación a la actividad política de profesionales de prestigio, pero sí al uso de famosos sin más perspectiva que la suma de votos. Así, en Valladolid los partidos han recurrido para sus candidaturas al Congreso y al Senado a personas con recorrido político en sus respectivos partidos, como Isabel García Tejerina (PP), Javier Izquierdo (PSOE) o Juan Manuel del Olmo (Podemos). En el caso de Ciudadanos, la invitada a formar parte de su proyecto es Soraya Mayo, que da el salto desde la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA) a la política abriendo la lista naranja al Congreso. ¿Es un fichaje? Puede considerarse como tal, pero su llegada no resulta tan estrafalaria o chirriante como otros movimientos que hemos visto por España, como el del exselecionador nacional de baloncesto para la Alcaldía de Madrid por el PSOE, Pepu Hernández, o el de Juan José Cortés –padre de la niña Mari Luz desaparecida y asesinada en 2008– para el Congreso por el PP en Huelva, que recientemente sufrió un momento Beitia en Huelva, agrandando la sospecha de fichaje mediático sin más fondo que ese.
De lo que no nos vamos a librar es, sin duda, de la subasta de promesas. Y con el elevado índice de indecisos que revelan las encuestas, rondando el 40% del electorado, lo que los candidatos puedan decir o callar en los próximos días puede resultar relevante. ¿En qué terreno de juego se va a mover el partido? En el del tacticismo, el peor posible, porque bajo ese factor nadie dice lo que piensa sino lo que pueda resultar más provechoso para los respectivos partidos. El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es el primero en admitirlo. Lo reconoció abiertamente esta semana en los foros organizados por la Agencia Ical, en una entrevista realizada el martes y emitida en La 7 de Castilla y León Televisión. Dijo que asistiría a debates entre candidatos en función de la estrategia electoral. Es decir, que lo determinante no es si al lector le pueden interesar los distintos formatos posibles de debate sino si los partidos pueden obtener provecho de ellos o no. Dicho y hecho, así es como, finalmente, solo habrá un debate previo al 28 de abril y será con los candidatos a presidir el Gobierno por el PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos y Vox. En el tacticismo, a Sánchez le va como anillo al dedo hablar poco y esperar a que Casado, Rivera y Abascal se pongan a competir entre sí ante el espectador. Esperemos que en las elecciones siguientes (26 de mayo) se imponga el interés ciudadano y se pueda debatir más y mejor entre los aspirantes a las principales alcaldías y a la Presidencia de Castilla y León. No obstante, no se puede pasar por alto que será la primera vez en toda la historia de la Comunidad en que los castellanos y leoneses podrán presenciar un debate entre los candidatos a presidir la Junta. En casi cuarenta años no se había regulado tal circunstancia, que se hizo imprescindible ante la falta de voluntad politica de los presidentes de turno. Es una pena que durante tantos años se hayan amparado en la ausencia de una ley que les obligara a la hora de poner en práctica algo tan saludable. Con voluntad se podían pactar reglas de juego suficientes para garantizar la neutralidad. Exactamente, como ahora.