Editorial

El ministro José Luis Ábalos y los errores encadenados del 'Delcygate'

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Las sucesivas versiones, algunas contradictorias entre sí, sobre el encuentro de la vicepresidenta del Gobierno de Nicolás Maduro,  Delcy Rodríguez, con José Luis Ábalos, en el aeropuerto de Madrid-Barajas, ha colocado en una complicada situación al ministro de Transportes. Transcurrido un mes desde el encuentro, en la madrugada del 20 de enero, el llamado Delcygate erosiona cada día un poco más al número tres del PSOE, uno de los puntales políticos del Ejecutivo de Pedro Sánchez. Ayer mismo, tanto la ministra de Exteriores como la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, reconocieron que de haber conocido «con un poco más de antelación» la llegada a España del avión con la vicepresidenta venezolana se habría impedido la polémica escala. «Abandonen Venezuela y vénganse a España que hay muchas cosas que hacer», clamaba Calvo a los partidos de la oposición que han encontrado un filón en la gestión que el Gobierno de Sánchez hizo del asunto y que están personalizando en Ábalos toda la responsabilidad. El Delcygate ha protagonizado las dos primeras sesiones de control de la legislatura y no parece que vaya a apagarse. 

Por una parte, los partidos de la oposición no parecen dispuesto a soltar un hueso que aún tiene para roer, y, por otra, el Gobierno está muy lejos de ofrecer una versión meridianamente clara que avale la tesis defendida en el Congreso por Pedro Sánchez, de que la intervención de Ábalos permitió evitar un incidente diplomático y que la dirigente venezolana no llegó a pisar en ningún momento suelo español. Sin embargo, las noticias que siguen aflorando al respecto de la escala de Delcy Rodríguez en Barajas no dejan de poner en cuestión la versión oficial. La última apunta a que el Gobierno preparó la visita con 24 horas de antelación. Una noticia que extiende la sombra sobre el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, porque su departamento se habría encargado de dar aviso al aeropuerto. La intervención judicial para que no se borren las grabaciones en el aeropuerto que podrían arrojar algo de luz sobre lo sucedido es solo otro capítulo más de la tensión política que se está viviendo en torno al episodio diplomático. 

Situado en el blanco de todas las dudas y en medio de una enorme presión política, José Luis Ábalos atraviesa su peor momento de credibilidad desde que llegó al equipo de Sánchez. Su imagen solitaria en el banco azul del Congreso de los Diputados  en una de las sesiones de control al Gobierno da la medida de que, aunque está aguantando, se puede optar por dejarle caer para evitar un coste político mayor. A estas alturas, Ábalos parece cerca de convertirse en el pagano de los errores del Delcygate y en un ministro amortizado.