Maite Rodríguez Iglesias

PLAZA MAYOR

Maite Rodríguez Iglesias

Periodista


Amanece, que no es poco

08/02/2020

En el humorista se mezclan el excéntrico, el payaso y el hombre triste, que los contempla a los dos. Casi no se trata de un género literario sino de un género de vida, o, mejor dicho: de una actitud ante la vida», como apuntaba en un artículo el periodista costumbrista y escritor Ramón Gómez de la Serna. Una actitud que encarnaba como nadie el director de cine José Luis Cuerda, que lamentablemente nos dejó esta semana.
Su humor surrealista o de lo absurdo, que se plasmó en algunas de las mejores películas del cine español de las últimas décadas, refleja una sociedad que en esencia ha cambiado muy poco en los últimos 50 años aunque ahora se vista con la etiqueta de avanzada, progresista o intelectual. En sus guiones había frases lapidarias, que parecen escritas hoy mismo para ironizar sobre hábitos y comportamientos muy actuales.«Yo es que he pensado que a mí también me gustaría ser intelectual, como no tengo nada que perder», se ajusta como un guante a esa costumbre tan española de hablar de todo sin saber de nada, que las redes sociales han santificado y elevado a los altares, pero que antes era propia de la barra de los bares. ¡Cuántos problemas y proyectos se han resuelto con cuatro copas! Aunque haciendo autocrítica esta costumbre se podría aplicar en muchas ocasiones a los periodistas, que  solemos escribir o hablar de los más variados temas, pero no siempre podemos o logramos profundizar en ellos, con la consiguiente pérdida de credibilidad. Aunque de este mal también pecan, diría que en exceso los políticos, tanto los veteranos como los noveles, que han llegado a creerse a píes juntillas aquello de ««¡Alcalde, todos somos contingentes pero tú eres necesario!».
Pero nadie es imprescindible, aunque los intelectuales de verdad, como Cuerda, se vayan, pero dejan huella. La sociedad rápidamente encuentra repuesto para los ídolos con pies de barro que se fabrican minuto tras minuto, aunque para algunos como él necesite un poco más de tiempo. Quizás con suerte, en la coyuntura actual, el humor surrealista vuelva a emerger como una terapia social para sobrellevar las crisis y para evidenciar la propia deriva en la que se encuentra la sociedad. De momento, los mejores sketch se nutren del absurdo que cada día se vive en el Parlamento de Cataluña, el Congreso o la Cámara de los lores. Así que nada mejor que recurrir al humor como terapia para luchar contra el hartazgo.