Maite Rodríguez Iglesias

PLAZA MAYOR

Maite Rodríguez Iglesias

Periodista


La esencia del periodismo

10/01/2021

Las imágenes de los fieles de Donald Trump asaltando el Capitolio me provocaron incredulidad, primero, y miedo, después. Un déjá vu con las vivencias de la maratoniana sesión frente al televisor tras el ataque terrorista a las torres gemelas. Ambos, son dos momentos claves de la historia contemporánea, dos reflejos de la caída del imperio americano, de la que ya está demostrado no está libre la vieja Europa.
Unos acontecimientos históricos que ya no estudiamos en los libros de Historia, sino que vivimos en directo. El primero, del que se cumplirá el veinte aniversario este año, lo seguimos por la televisión. En un ejercicio sin precedentes de cientos de profesionales de la información, que garantizaron que los ciudadanos pudieran tener conocimiento de un atentado terrorista que abría una nueva forma de actuación de los radicales, que en estos años se ha llevado por delante miles de vidas humanas. En aquel momento, hace tan solo 20 años, todavía no estaba extendido el concepto de fake news (noticias falsas, aunque más bien debería ser inventadas y maliciosas), ni estaba tan desprestigada nuestra profesión. En estos años la aparición de las redes sociales y la generalización del uso de Internet ha  destrozado la esencia del periodismo y ha liquidado a gran parte de su público. «Internet ofrece un periodismo de información inmediata, sirve mucho para acelerar la transmisión de datos, para divulgarlos rápidamente (…). Sin embargo, acumular una cantidad enorme de información no sustituye al razonamiento, la reflexión, el entendimiento», decía el maestro de periodista Ryszard Kapuscinski.
No voy a tratar de argumentar que este es el mejor oficio del mundo porque ya lo hizo mucho mejor García Márquez. «Es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente». Pero, sobre todo, conlleva un compromiso ético de ofrecer información veraz y contrastada frente a la manipulación y el engaño que favorecen las redes sociales. Y la sociedad debería apostar porque los medios de comunicación no dejen de ser el cuarto poder. De momento, Trump no ha podido con ellos, y eso ha salvado, por ahora, a los EEUU de convertirse en una dictadura.