Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Gamberros

26/09/2019

España, el país en el que lo de todos no es de nadie, padece serios problemas de autoestima sobre el cuidado de lo público. Diríase incluso que la desafección, hija de la decepción que experimentan amplios sectores por la deriva política, se escribe con pintadas en las paredes y se manifiesta rompiendo lavabos por parte de quienes no tienen otro modo de verbalizar o de manifestarse. Se caía el alma a los pies viendo las fotos de la estación de autobuses de Salamanca, recién remozada: pintadas, lavabos destrozados, retretes partidos. Asustaban los cánticos de los alumnos del Colegio Mayor Menéndez Pelayo reclamando contra los del san Juan Evangelista de Valladolid que viniera contra ellos Bin Laden, aviones y lindezas de ese tenor. Y todo por desavenencias colegiales.

Es como si de repente nos estuviéramos perdiendo el respeto a nosotros mismos. Como si caminar por ciertas calles fuera hacerlo por un campo minado por los canes; como si circular por ciertas carreteras fueran objeto ineludible de lectura de tonterías y gualtrapadas mal escritas por aprendices de grafitero. Contenedores desahuciados de su fin primero, papeleras desfondadas a patadas, marquesinas rematadas por violaciones múltiples.

Una profesora de Ciudad Rodrigo recurre a la cuenta de Facebook de la directora de su colegio para denunciar que está siendo objeto de persecución, insultos y ataques por parte de alumnos de su centro: se ha tenido que ir a casa por indicación de un guardia civil, pero todo al itálico modo, sin poder denunciar. Lo mismo que un sacerdote en Pajarillos, barrio de Valladolid, hostigado por hordas de díscolos paisanos. Todo ello muy edificante y muy del momento, “oh tempora, oh mores”