Ahora nos pensamos que LaLiga tiene ‘haters’. Hacemos una reflexión infantilona:como hemos dominado con tanta amplitud, como hemos marcado el estilo y el paso, estaban esperándonos. Y en cuanto hemos bajado un poquito, ¡zas!, nos revientan. Como si la culpa fuese de otros...
Es probable que, en el origen, todo este ‘movimiento’ (que salgamos a Europa y nos pinten la cara) tuviese algo de antídoto:había que buscar cómo meter mano al fútbol español para evitar el avasallamiento a través del control del esférico y del ritmo. El resto del planeta lo tuvo claro:había que generar antihéroes. Pongamos a Xavi, uno de los grandes abanderados de aquellos añorados tiempos. Era un 10 técnico-táctico y un siete físico... así que en los ‘laboratorios’ futbolísticos del planeta pensaron que un siete técnico-táctico pero con un físico 10 funcionaría. Y funcionó, tal vez por el propio declive físico de los artistas, pero hoy todos quieren tener máquinas, atletas de élite, jugadores acorazados capaces de jugar con máxima intensidad los 90 minutos de cada partido y convertirlos en verdaderos infiernos para quienes no estén preparados. Hoy no vale para nada sobar la pelota. Te presionan, te muerden la oreja y la tibia si hace falta, llegan dos y tres a la ayuda. Todo es velocidad y ritmo... y en España, en efecto, llegamos tarde al nuevo fútbol.
¿Por qué un futbolista como Marcos Llorente está llamando tanto la atención? Porque tal vez sea lo más parecido al jugador moderno que tenemos, aquellos antihéroes que nacieron para terminar con el ‘tiqui-taca’ y que son los héroes del presente.
Y no, decir que la competición está en claro declive y que va a costar mucho sacarla del pozo no es de ‘haters’. Es la consecuencia del inmovilismo ante un modelo que caducaba.